Academia

Académicos desde 1850

Académicos desde 1850

La Real Academia Canaria de Bellas Artes ha subsistido a lo largo del tiempo gracias al empeño de sus miembros de número. Es y ha sido una corporación no de meros “numerarios”, sino de personas, en este caso (por ser el objeto de este capítulo) de personalidades ya desaparecidas unas, y vigentes otras. Los antiguos Académicos, habiendo contribuido desde antaño a la consolidación de la Corporación, van a merecer ahora, uno a uno, nuestro recuerdo y nuestra atención. Es cierto que algunos tomaron la pertenencia a la Academia como un simple honor, mostrándose poco participativos; pero siempre ha existido un buen núcleo de miembros (en algunos momentos críticos sólo dos o tres) que con su gestión personal y voluntaria ha logrado mantener, reavivar y reconducir el proyecto hacia el futuro, hasta llegar a nuestros días.

Este apartado de nuestra página web registra y documenta por orden cronológico el nombramiento de todos los Académicos de Número y también de los honorarios o correspondientes de todas las categorías que han pertenecido y que pertenecen a la RACBA, desde los miembros iniciales y sus sucesores ya fallecidos hasta los actuales que al presente viven. Se divide en cinco bloques, los cuales estarán en permanente revisión para ir aportando nuevos datos esenciales que conozcamos. Por lo pronto hemos logrado fijar e ilustrar con imágenes los más esenciales pormenores sobre todos los Académicos de Número y de los Correspondientes que han existido y de los que existen actualmente en nuestra corporación.

Culminada la tarea investigadora, ofrecemos ahora la posibilidad de que, pinchando sobre cada nombre, se pueda acceder a una ficha que lo documenta incluso en imágenes, situándolo también en su contexto histórico, con indicación al pie de la bibliografía específica sobre el personaje, si ésta existiese. Es una tarea que se ha iniciado en junio de 2010 y que, por lo que respecta a los miembros nombrados hasta entonces, culminó tres meses después, gracias a la generosa colaboración de muchas personas. La información se actualiza continuamente, de manera que desde los inicios en 1850 hasta hoy conocemos ya la nómina completa de los Académicos de la RACBA, así como la semblanza profesional e intelectual de la inmensa mayoría de los mismos.

Como queda dicho, los cinco capítulos aludidos que complementan el factor humano de nuestra “Historia” documentan cronologicamente y explican las circunstancias de la elección de Académicos en tramos históricos concretos, siendo éstos los siguientes:

Sólo nos resta agradecer la colaboración de muchos intelectuales y amigos, generalmente citados al pie de los datos por ellos aportados, que han contribuido al logro de esta investigación nada fácil.

Lothar SIEMENS HERNÁNDEZ

Académicos entre 1850-1869

Tras el Real Decreto de 31 de octubre de 1849 por el que se creó la Academia Canaria de Bellas Artes con sede en Santa Cruz de Tenerife, se pactó con el Delegado del Gobierno en esta isla un núcleo de primeros académicos para proponerlos a Madrid, de donde habría de venir el nombramiento oficial de los mismos. Este primer núcleo estuvo configurado por siete personalidades vinculadas a las Bellas Artes y a la gestión administrativa, y fueron los señores Lorenzo Tolosa, Felix Soto, Dámaso Baudet, Lorenzo Pastor y Castro, Manuel Oraa, Pedro Maffiotte y José Lorenzo Bello.

Seis meses después de la publicación del Decreto en la Gaceta de Madrid llegó a Canarias la ratificación y nombramiento de los componentes del núcleo iniciador de la Academia, y el Delegado del Gobierno se apresuró a reunirlos bajo su presidencia para el acto de constitución, que tuvo lugar el 6 de mayo de 1850 y que dio lugar a la primer acta del libro de acuerdos de la Academia (véase ilustración en el capítulo 1 del apartado “Historia”). En ella se determinaba que Lorenzo Tolosa sería el Presidente, Felix Soto el Consiliario 1º y Dámaso Baudet el Consiliario 2º. Por la tarde se reunió el grupo iniciador para tratar de la puesta en marcha de la Escuela de Bellas Artes anexa a la Academia, que se fue organizando bajo la dirección de Lorenzo Pastor y Castro para iniciar el curso en otoño.

a) Cuerpo de Académicos Numerarios

Recordemos que, según el Real Decreto de constitución, la Academia debería constar de 20 numerarios: 6 de pintura, 2 de escultura y vaciado, 2 de arquitectura y 10 personalidades de prestigio vinculadas a las Bellas Artes. Así que también, a continuación del acto constitucional, los siete iniciadores aprobaron en junta un segundo bloque de ocho personalidades más para ir llenando las 20 plazas de numerarios que deberían componer la Academia, cuya lista fue leída en tres sesiones consecutivas para recoger objeciones y, no habiéndolas, fue aprobada. Se trataba de los siguientes señores: Francisco Clavijo, Juan Arturo Malibrán, Cirilo Truilhé, Francisco del Castillo Valero, Francisco María de León, Pedro Mariano Ramírez, José Joaquín Monteverde y Nicolás Alfaro. El 18 de agosto se acordó seguir completando el cupo al proponer al escultor Fernando Estévez, y el nueve de septiembre a Bartolomé Saurín y al pintor Manuel Ponce de León, de Gran Canaria.

Estos nombramientos sumaron 18 académicos, y en ese número se paró por lo pronto la composición de la Academia, cuyos componentes iniciales (1850-51) fueron:

Sección de Pintura, Dibujo y Grabado:

Sección de Escultura y Vaciado:

  1. Fernando ESTÉVEZ (1788-1854)
  2. Vacante

Sección de Arquitectura:

  1. Manuel ORAA y ARCOCHA (1822-1889)
  2. Francisco CLAVIJO y PLO (1819-1886)

Sección de Personalidades de Reconocida Ilustración:

  1. Lorenzo TOLOSA y MANÍN (1799-post.1858)
  2. Félix de SOTO y RIVEROL (1813-post.1866)
  3. Dámaso BAUDET MARTINÓN (1821-1874)
  4. Juan Arturo MALIBRÁN AUTET (1818-1882)
  5. Francisco DEL CASTILLO-VALERO y OSSORIO (ca.1795-1865)
  6. Francisco María de LEÓN y XUÁREZ de la GUARDIA (1799-1871)
  7. Pedro Mariano RAMÍREZ ATENZA (1799-1886)
  8. José Joaquín de MONTEVERDE y BETHENCOURT (1803-1873)
  9. Bartolomé Juan SAURÍN (1822-1869)
  10. Vacante

Así que la Academia decidió configurarse en principio con sólo 18 miembros de los 20 a los que tenía derecho, y dejó sin cubrir una plaza de Escultura y otra para una personalidad ilustre. Este proceso había culminado el 9 de septiembre, en que fueron electos y propuestos Ponce de León y Saurín. Interesante es ver cómo a una mitad de artistas (los más destacados pintores, escultores y arquitectos/ingenieros) se contrapuso otra mitad de funcionarios de alto rango y de personalidades muy relevantes con disciplinas asaz diversas: un administrador, un gestor, varios abogados, un arqueólogo, dos jueces, un historiador, un matemático y jefe de obras públicas, un ingeniero civil, un periodista, un político, un secretario de oficio y, más adelante, un etnólogo, un ingeniero militar, un químico, un ingeniero de montes y hasta un poeta… Un plantel asesor de lujo que, sin embargo, nunca funcionó cohesionado ni fue capaz de consolidar, uniendo las capacidades y las influencias de cada uno, la estructura básica de la Academia, para que fuera dotada de una economía sólida y de una sede digna.

Una vez configurada la nómina de Numerarios, éstos pudieron ocuparse de organizar la Escuela de Bellas Artes, cuyos profesores serían nombrados por Madrid y pagados por el Estado. La Academia, a través del Delegado del Gobierno, pidió a Madrid que, de los seis profesores preceptivos, tres fueran los que hasta ahora impartían enseñanzas de Bellas Artes en Canarias con plenas garantías pedagógicas, a saber: Lorenzo Pastor y Castro como Director y profesor de Dibujo, Fernando Estévez en Escultura y Pedro Maffiotte en Matemáticas; Madrid accedió, procediéndose más tarde a nombrar a los restantes.

En 1851 se estableció, a tenor de una Real Orden publicada en Madrid, que aquellos académicos que vivieran lejos de la sede y que, en virtud de ello, no pudieran acudir a las reuniones académicas durante seis meses seguidos, pasaran a Supernumerarios, liberando sus plazas, que serían cubiertas por otros que se designaran, pero con el derecho de aquellos a volver a ocupar plaza desde que volvieran a residir cerca de la Academia y pudieran frecuentar sus reuniones y deliberaciones, reintegrándose directamente a la misma tan pronto hubiese plaza vacante. En esta situación de ausentes se encontraban dos académicos: Juan Arturo Malibrán, que se había ido a residir en Barcelona, y el grancanario Manuel Ponce de León, quien residía en Las Palmas de Gran Canaria.

En razón de lo antedicho, Malibrán y Ponce de León, que nunca estuvieron presentes ni tomaron posesión de sus cargos, fueron considerados Supernumerarios en 1851 y sus plazas quedaron vacantes. Consiguientemente, el 31 de julio de ese año se propusieron a cuatro nuevos académicos que fueron elegidos el 25 de septiembre: dos para suplir a los ausentes y dos para cubrir los sillones nº 8 y 20, pendientes desde el inicio, a saber:

  1. Francisco AGUILAR y FUENTES (1822-1905), (Sección de Escultura)
  1. Sabino BERTHELOT (1794-1880) (Sección de vinculados a las BB. AA.)
  2. Juan LA-ROCHE y SIERA (1829-1896), (Sección de Pintura, por nº 6)
  3. Segundo María CARRÓS (1794-1852) (Sección de vinculados a las BB. AA, por nº 14)

Berthelot, La Roche y Aguilar fueron extraídos del cuerpo de Académicos Honorarios residentes en la capital y que fueron nombrados en los primeros momentos, según veremos más adelante, de manera que estaban ya “honoríficamente” vinculados a la Academia. En el futuro se mostrarían como tres de los Académicos de Número más participativos.

Las primeras defunciones de Académicos fueron las siguientes:

En 1852 falleció Segundo María CARRÓS, quien en el espacio de un año escaso apenas pudo asistir a siete sesiones plenarias. El 7 de septiembre de ese año pidió la Academia al periodista numerario Pedro Mariano Ramírez que se encargara de escribir y leer su panegírico en la primera sesión pública que hubiere.

En 1854 falleció el famoso escultor Fernando ESTÉVEZ, quien con tanto entusiasmo y eficacia había asumido tareas pedagógicas en la Escuela de la Academia. Su discurso apologético se encargó al historiador Francisco María de León.

En consecuencia, en 1855 se hizo un llamamiento para proponer sustitutos, y sólo fue propuesto, el mismo 2 de enero, uno solo recién llegado de culminar sus estudios de arte en España y Francia, el cual fue nombrado el 28 de abril, a saber:

  1. Gumersindo ROBAYNA LAZO (1829-1898), (Sección de Escultura por nº7, luego Pintura por nº1)

Robayna, no sólo ayudó a suplir en la Escuela las enseñanzas que en materia de dibujo y escultura impartía Estévez, sino que también dio clases de diversas modalidades de pintura, arte en la que era ya un consumado maestro.

En esos momentos la economía de la Academia, ya precaria de por sí, había hecho crisis por lentitud administrativa del Ayuntamiento, y se entró en una etapa de hondas preocupaciones económicas, sin poder pagar con inmediatez salarios ni alquileres. El presidente Lorenzo Tolosa dejó de presidir desde principios del otoño de 1858 y presentó su renuncia, que se leyó el 12 de noviembre de ese año, desapareciendo también como académico. No se explicitaron las causas de su dejación ni consta que se hubiera ausentado o fallecido, aunque sí se habla de una “indisposición”, a consecuencia de la cual sospechamos que pudo fallecer en un futuro próximo. Se apuntó inmediatamente a Monteverde para presidir la Academia, pero hasta que vino su nombramiento de Madrid, presidieron interinamente la corporación durante dos años los consiliarios Soto y Baudet, y en ausencia de éstos (pues acudían poco a los plenarios) el propio Monteverde, cuyo nombramiento definitivo y toma de posesión como Presidente en propiedad consta en el acta del 14 de julio de 1861.

El director de la Escuela de la Academia, Lorenzo Pastor y Castro, pidió ser jubilado en 1860 y no tardó en fallecer. En una sesión en que actuaba todavía Monteverde como presidente interino (31 de junio de 1861) pide al secretario que haga constar en actas la lista de los fallecidos hasta el momento, y también la de los ausentes que no acudían a las reuniones. Éste apunta que los fallecidos habían sido sólo tres: los mencionados Carrós, Estévez y Pastor y Castro. Y en cuanto a los ausentes, aparte de los ya mencionados en actas Malibrán y Ponce de León, vivían fuera de Tenerife Pedro Maffiotte (destinado a dirigir las obras del Puerto de Las Palmas y, entre 1851 y 1857, director para Gran Canaria de Caminos Vecinales y Vías Rurales y ausente en otros destinos hasta 1865), José Lorenzo Bello (emigrado por seis meses a Puerto Rico en octubre de 1858, de donde no pudo regresar hasta varios años después, reintegrándose a la Academia a mediados del 68) y Francisco del Castillo Valero (cuya última comparecencia en un plenario se remontaba al 10 de noviembre de 1852, en que asumió nuevo destino en la Península). Había que contabilizar además la renuncia del expresidente Lorenzo Tolosa y Manín. En consecuencia se vio que, habiéndose nombrado anteriormente algunas sustituciones, había aún 8 vacantes, según el secretario; en concreto se dice que estaban vacantes 2 plazas de académicos de pintura, 1 de escultura y 5 de personalidades de prestigio. Se acordó entonces cubrir cinco de las ocho vacantes, dejando tres para el futuro. Concretamente se nombrarían 1 de pintura, 1 de escultura y 3 de personalidades.

El 19 de junio de 1861 se llevaron a plenario las cinco propuestas, que tras pasar por tres juntas consecutivas dieron lugar a la elección definitiva como nuevos numerarios (16 de noviembre de 1861) de los siguientes señores:

  1. Federico VERDUGO y MASSIEU (1828-1901), (pintura, por ausencia de nº 3)
  2. Cirilo ROMERO HERNÁNDEZ (1829-1897), (escultura, por nº 7/23)
  3. José Luis CASASECA y SILVÁN, (1800-1869), (personalidades, por nº 9)
  4. Salvador CLAVIJO y PLO (1809-1873), (idem, por nº 14/22)
  5. Matías LA ROCHE y SIERA (1821-1887), (idem, por nº 15).

De éstos, sólo Romero colaboró intensamente frecuentando casi todos los plenarios. En cuanto a las otras tres plazas que se reservaron, al menos dos volvieron a ser ocupadas por dos de los ausentes: Pedro Maffiotte, que se reintegró en 1865 a Tenerife tras culminar tareas fuera de la isla, volviendo a comparecer desde entonces en casi todos los plenarios de la Academia, y José Lorenzo Bello a su regreso de Puerto Rico. Antes del final de esta etapa se cubrió la vacante aún pendiente, y fue el 17 de noviembre de 1865 a favor del Ingeniero Jefe de Montes de la Provincia:

  1. Juan Bautista DE LA TORRE, “Marqués de Torrepando” (1833-1918), (por nº 10).

La convulsión y desajuste administrativo a que dio lugar la revolución de 1868, a consecuencia de la cual se decretó la libertad de enseñanza y la cancelación con cargo al Estado de las escuelas oficiales de Dibujo en las provincias, agravó la precaria situación de la Academia, que, carente ya de financiación, se vio desalojada de sus instalaciones por falta de pago, su Escuela desmantelada por falta de materiales e instalación inadecuada, etc. Finalmente, en la última acta del 6 de mayo de 1869 se pone de manifiesto la bancarrota de la Academia y se decide adelantar el cierre silencioso de la Escuela a principios del mes de junio, hasta que existieran garantías en su soporte económico. Pocas semanas después fallece inesperadamente el secretario Bartolomé Saurín, alma y soporte de toda la gestión, con lo que acabó por diluirse la posibilidad de continuar. No hay por tanto más actas, pues las que siguen a continuación en el mismo libro corresponden ya a la 2ª etapa, inicada en 1913.

b) La Junta de Gobierno

La Academia se inició con una junta administrativa formada por el presidente Tolosa y los consiliarios 1º y 2º, que eran Soto y Baudet. Una vez configurado un cuerpo suficiente de Académicos, se formalizó la Junta de Gobierno, quedando designados para ella por elección interna los siguientes señores:

Esta junta de seis miembros fue bastante estable hasta el final de la etapa, siendo sólo suplidos Tolosa como presidente por José Joaquín Monteverde en 1861, Malibrán por Saurín desde casi los inicios, y Pedro Maffiotte como tesorero por diferentes académicos debido a sus ausencias. Puede verse que para regentar la Academia no se consideró primordialmente a los artistas en esta etapa, sino principalmente a gestores vinculados a tareas de administración. El primer presidente Lorenzo Tolosa, miembro de la acrisolada casa de los Tolosa asentados en La Orotava desde el siglo XVI, hijo de militar y Tesorero de Hacienda Pública, ocupó en Tenerife diversos cargos, desempeñando el de alcalde de Santa Cruz entre 1856 y 1857, sin menoscabo de su condición de presidente de la RACBA. Consta que renunció poco después a la Academia por enfermedad, y quizás también por fallecimiento a consecuencia de la misma. Su sucesor en la presidencia de la Academia, José Joaquín Monteverde, también fue hombre de la administración y subgobernador de la provincia de Canarias.

Es evidente que el Estado, que se comprometía a poner en manos de la Academia un presupuesto anual, librándolo a través del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, impuso para administradores de la Academia a gente de su confianza. El presidente Tolosa y los consiliarios Soto y Baudet eran funcionarios responsables, no artistas, vienen impuestos por decreto, y por eso encabezan la lista de las diez personalidades relevantes que acompañarán a los intelectuales y creadores. Cuando faltó Tolosa, Madrid impuso a Monteverde como presidente, hombre de la política como subgobernador de la provincia que era.

Tolosa hizo llevar escrupulosamente un Libro de Actas de la Junta de Gobierno, que se conserva entre los manuscritos de la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Dicha junta se ocupaba primordialmente de los asuntos de administración de la Escuela de Bellas Artes anexa a la Academia, y sus resoluciones se llevaban con los demás asuntos a las Actas del Plenario, recogidas en el libro que conserva la Academia (véase facsímil en “Documentos”, y hay también un “borrador” del mismo en la biblioteca de la ULL que se puede consultar por internet). Al faltar Tolosa, no se escribió en el libro de la Junta de Gobierno ni un acta más, quedando el resto de las hojas del mismo, corrrespondientes a la presidencia de Monteverde, en blanco.

c) Los Académicos Honorarios (equivalente a Correspondientes)

A partir de finales del año 50 se pensó en el cuerpo de Académicos Honorarios, una clase sin límite en cuanto al número de miembros, que eran propuestos en bloques avalados por tres numerarios. Los nombres de los propuestos eran leídos en tres juntas plenarias sucesivas y, si no había contradicción, se votaba y quedaban incorporados a la Academia de una forma similar a como lo son actualmente los Académicos Correspondientes externos.

Ser Académico Honorario no era mas que eso: un honor, y así se confirió con prodigalidad este título sobre todo a militares, profesionales, patricios, docentes y políticos. Pero también a algunas personalidades del arte que, por la limitación del número de propietarios de sillón en la Academia, se quedaron fuera, o bien porque vivían lejos de Santa Cruz de Tenerife. Entre el 28 de diciembre de 1850 y el año 1868 fueron nombradas como “Honorarios” de la Academia las siguientes sesenta y una personalidades relevantes de la vida artística, profesional, intelectual, política y militar de las Islas, algunos residentes fuera de ellas (como es el caso de los dos primeros). Van coloreados de marrón, y por tanto con ficha adjunta, los nombres de todos aquellos cuyas biografías hemos podido fijar hasta ahora:

Nombramiento de Académicos Honorarios

28.XII.50:

23.I.51:

31.VII.51:

21.X.51:

24.X.51:

10.V.52:

22.VI.52:

10.XI.52:

23.II.54:

17.V.54:

28.IV.55:

15.IX.57:

11.XI.61:

  • Josefa Nostench de Masnata

12.VI.68:

Con el nombramiento de dos personas de la familia Monteverde (el hermano del presidente al principio y el más relevante hijo de éste al final) se inicia y se acaba la lista de incorporados honoríficamente a la Corporación en esta etapa. De estos Académicos Honorarios, muy pocos hicieron otra cosa por la Academia que recibir agradecidos el honor, si bien tres fueron muy pronto pasados a Numerarios. Aunque la mayoría se beneficiaron de su incorporación a la Academia en base a su relevancia social, profesional o política, es cierto que algunos nombramientos reconocen también el mérito de algunos artistas (entre ellos Luis de la Cruz, Carlos Guigou Pujol y Rafael Montesoro, por ejemplo) que aparecen bien documentados en sus fichas.

Algunos de estos Académicos Honorarios (Hamilton, Calzadilla, Marín, y a veces la señora de Murray…) solían acudir casi todos los años, por el mes de noviembre, a la Sesión Pública anual de la Academia de Bellas Artes: un acto solemne en el que se leían discursos y se entregaban los premios y accésit a los mejores alumnos de la Escuela de la Academia. Este acto iba aparejado a una exposición de los trabajos realizados por alumnos y profesores. De esta escuela salieron artistas de todos los niveles: prestigiosos algunos (como Valentín Sanz, Manuel González Méndez o Filiberto Lallier, que fue además el primer numerario de la Academia reorganizada en 1913), notables los más, y también maestros de obras, delineantes y ayudantes de arquitectura.

d) El final de la primera etapa

La Academia sufrió un colapso en 1869 por falta de recursos, eliminados éstos por decreto desde Madrid. Pero no es menos cierto que hubo otra causa determinante para su suspensión radical: el inesperado fallecimiento de su secretario Bartolomé-Juan Saurín a principios de julio de ese año. En la última acta cerrada por éste en junio, se acuerda suspender las clases de la Escuela hasta que se arregle la cuestión económica, y no se habla de suspender la Academia como corporación. La verdad es que el desánimo había cundido desde hacía años: a los plenarios sólo acudían, en los cuatro o cinco últimos años, entre 7 y 10 académicos. Aparte del Presidente Monteverde y el Secretario Saurín, los absolutamete fieles a la corporación eran todos artistas, concretamente Maffiotte, Alfaro, Romero, Robayna, Juan La-Roche y Aguilar. Los demás venían ya muy de tarde en tarde y de manera imprevisible. Los consiliarios Soto y Baudet, gestores nombrados desde Madrid para implicarse en casos como éste, fueron de los primeros en desaparecer tras el nombramiento de Monteverde, y ya habían mostrado sus pocas ganas de trabajar por la Academia cuando cesó Tolosa, a quien estaban obligados a sustituir.

Saurín era el secretario eficaz sobre el que descansaba toda la dinámica de la corporación. Al fallecer, nadie se sintió con fuerzas para continuar gestionando fondos ni para asumir la muy trabajosa secretaría ejecutiva. La Academia quedó a la deriva y se extinguió por sí sola como corporación, pero los académicos artistas (los docentes), así como algunos de sus discípulos, se esforzaron por que su labor continuara. Cuando por fin el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acuerda a los pocos años asumir directamente la Escuela y su administración, seguirá llamándose ocasionalmente “Academia”, y será sostenida en lo pedagógico por aquellos académicos artistas de la extinta RACBA, pero ésta ya no será Provincial sino Municipal: “Academia o Escuela Municipal de Dibujo, o de Bellas Artes”. Hay ahí un claro deseo de continuidad, con algunas deserciones como la de Alfaro, que emigró a Barcelona, pero con la incorporación de los mejores discípulos emanados de la propia RACBA y, sobre todo, con la de un pintor madrileño recién incorporado a Tenerife, Pedro Tarquis Soria.

Cuando la Academia fue reactivada de nuevo 44 años después como corporación de derecho público y de nuevo con soporte jurídico estatal, ya lo hizo sin una Escuela bajo su responsabilidad directa: el Estado había creado al mismo tiempo, en 1913, la “Escuela de Artes y Oficios”, en la que los herederos de la RACBA, y muchos de los nuevos académicos, seguirían impartiendo docencia, pero utilizando ahora la reinstaurada RACBA como foro independiente de pensamiento y debate, así como de dinamización y defensa del patrimonio artístico.

Académicos entre 1913 y 1940

La reinstauración de la RACBA por Real Decreto del Rey Alfonso XIII de 18 de julio de 2013, cuyos veinte académicos se distribuyen ahora en cuatro secciones, a saber: Pintura, Escultura, Arquitectura y Música, ha mantenido la continuidad de su estructura hasta el año 2000, en que se acordó la primera ampliación de las secciones. No se ha localizado la documentación de secretaría entre 1925 y 1972, con la excepción de algunos documentos sueltos, que resultan insuficientes para recomponer el acontecer durante esos años. No obstante, conocemos los nombres de todos los Académicos que hubo, pese a que dos décadas carecen de información (los años treinta y los sesenta). Esos lapsus deben ser bien investigados. Por lo pronto, ofrecemos la lista de los Académicos designados por el Rey en otro decreto del 22 de julio del mismo año y que protagonizaron durante algo más de una década el arranque de la segunda etapa. En dicha lista están ya todos los presidentes que hubo entre 1913 y 1963, acompañados de algunos Académicos (los Tarquis) cuyos descendientes continuaron hasta épocas mejor documentadas.

Por las primeras disposiciones que la nueva Corporación toma, sabemos que la materialización de este empeño fue posible gracias a los desvelos y las decisivas gestiones de los señores Antonio Domínguez Alfonso, Diputado a Cortes por Tenerife, y del estudiante de Bellas Artes en Madrid Eduardo Tarquis Rodríguez, pero también de dos funcionarios del Ministerio de Educación, jefes de la sección y negociado de Bellas Artes, llamados Alfonso Pérez Nieva y Francisco Fernández Villegas, a quienes el 23 de agosto de 1913 se les otorga el honor de ser nombrados los primeros (y posiblemente únicos) Académicos Correspondientes de la nueva etapa. Otro apoyo importante debió venir del también Diputado por Canarias en Madrid, el Conde de Torrepando, único Académico de la primera etapa que sobrevivía, quien ayudó poco antes a Domínguez Alfonso y a Eduardo Tarquis a conseguir fondos de museos de Madrid para el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz.

No descartamos la posibilidad de que los componentes de la Real Academia Canaria de Medicina, establecida en Santa Cruz de Tenerife en 1880 y que sigue funcionando con pujanza en el siglo XXI, hubieran también estimulado la reimplantación de la de Bellas Artes, pues en la primera lista de Académicos de ésta, en 1913, se involucran cuatro médicos de aquella cuya relación con el mundo artístico era tangencial. Nos referimos a Bethencourt Alfonso, a Costa Izquierdo, a Ruiz de Arteaga y a Guigou Costa. Salvo en el caso de Ruiz de Arteaga, la presencia de éstos será meramente en los inicios, para luego desaparecer del escenario sin participar activamente.

La Academia estableció su domicilio, a efectos legales, en la sede del Museo Provincial de Bellas Artes, donde durante más de medio siglo se reuniría la junta de gobierno y tendrían lugar los plenarios. Surgía ahora sin las antiguas responsabilidades pedagógicas que había tenido: sus miembros artistas se adscribirían y operarían desde instituciones pedagógicas oficiales asentadas ya en Tenerife, principalmente la Escuela de Artes y Oficios establecida al efecto junto con la RACBA el mismo año de 1913 en Santa Cruz, y también la veterana Escuela de Náutica, donde ingenieros, arquitectos y profesores de dibujo técnico impartirían enseñanzas.

Al reorganizarse la RACBA en 1913 fue designado desde Madrid para asumir la presidencia el comerciante Enrique Pérez Soto, siendo adscrito a la sección de música, secundado por los consiliarios Patricio Estévanez y Murphy y Eduardo Tarquis Rodríguez, que serían sucesivos presidentes en el futuro. Pérez Soto sólo aparece en la junta inaugural del 6 de agosto de 1913, pues tras tomar posesión renuncia declarando tener que ausentarse de la Isla por encontrarse seriamente enfermo, y no comparece más por la Academia, sucediéndole desde la junta siguiente Patricio Estévanez como presidente interino, hasta que fue confirmado en este cargo por Madrid.

Entre los Académicos, que según se ha dicho fueron directamente designados por la Corona por Real Decreto de 22 de julio de aquel año, encontraremos algún artista formado como alumno en la primera etapa, como Lallier, o algún descendiente de antiguo académico, como Teodomiro Robayna, hijo del gran pintor y maestro de la Escuela de la Academia en aquella época anterior, Gumersindo Robayna. Así quedó en principio constituido el cuerpo de Académicos Numerarios de la RACBA tras el acto de toma de posesión en la sesión inaugural presidida por el Gobernador Provincial en su despacho el 6 de agosto de 1913:

Si observamos esta lista de Académicos designados por el Rey en 1913 para poner en marcha de nuevo a la Real Academia, salta a la vista que eran casi todos personas veteranas (y no todos artistas) que, con dos únicas excepciones, la de los que serían más tarde presidentes Arturo López de Vergara y Ángel Romero, fallecidos en 1956 y 1963 respectivamente, no vivieron más allá de 1948. Algunos murieron inmediatamente, como Bethencourt Alfonso en 1913, quien no pudo estar en aquella junta constitutiva por encontrarse ya enfermo (no llegó a tomar posesión), o Filiberto Lallier, fallecido en 1914. Cuatro miembros de la sección de música, Francisco Martín, Ruiz de Arteaga, el doctor Costa Izquierdo y el viejo Bonnín, músico ibicenco establecido en Tenerife desde 1867, apenas vivivieron muy pocos años tras la reinstauración de la Academia, y por lo menos otros seis miembros murieron en la década de los veinte. En los treinta nos consta el óbito de al menos otros tres, más uno de los nombrados en 1924, y tres más del grupo inicial cerraron la cuenta en los cuarenta.

En definitiva, no tomaron posesión en la sesión constitutiva tres académicos: Bethencourt Alfonso por estar gravemente enfermo, Eduardo Tarquis Rodríguez por estar ausente y Patricio Estévanez por tener que presidir ese día una sesión del Cabildo Insular de Tenerife. Vista la renuncia de Pérez Soto, en la sesión del 23 de agosto de 1913 la presidencia de edad, asumida por Filiberto Lallier, da posesión al Consiliario 1º Estévanez como presidente interino. Eduardo Tarquis pasaría a Cnsiliario 1º y el cargo de Consiliario 2º fue asumido por Teodomiro Robayna. En esa junta se eligieron los demás cargos para la Junta de Gobierno: el de Secretario (Francisco Hernández Sáyer), Tesorero (Arturo López de Vergara) y Bibliotecario (Teodomiro Robayna Marrero). Hernández Sáyer renunció a la secretaría a fines de 1914, y tal función fue asumida interinamente por el Bibliotecario Teodomiro Robayna, quien no fue relevado de ella hasta cuatro años después por un nuevo académico, Felipe Poggi González. Éste sería el “Secretario-General o Perpetuo” hasta que falleció después de mediar el siglo XX.

El 27 de diciembre de 1913 se da cuenta del reciente fallecimiento de Juan Bethencourt Alfonso, cuya vacante es declarada oficialmente, y se hace constar también el sentimiento de la corporación por la enfermedad que sufre el presidente inicial don Enrique Pérez Soto. El 15 de noviembre de 1914 se da cuenta asimismo de haber fallecido en este año el académico Filiberto Lallier, cuya vacante se declara, acordándose dejar pasar un tiempo prudencial en señal de duelo antes de cubrir todas las vacantes de fallecidos y ausentados.

En marzo de 1915 se asumen las vacantes producidas en la sección de Música por haberse ausentado de las islas (y renunciado) el ex-presidente Enrique Pérez Soto y también Miguel Feria Concepción, establecido en Madrid, que pasan a ser, de acuerdo con lo estipulado en el reglamento, Supernumerarios externos. De ellos nunca más se hace mención en las actas.

El 10 de abril de 1917 se cubren dos de las cuatro vacantes pendientes, tras pasar Estévanez a la sección de Arquitectura para dejar un puesto vacante en Escultura:

  • Felipe POGGI GONZÁLEZ (1881-1958). Sección de Escultura.
  • Manuel LÓPEZ RUIZ (1869-1960). Sección de Pintura.

Poggi fue nombrado inmediatamente “Secretario General” o “Perpetuo”, cargo que hubo de desempeñar hasta su fallecimiento. Asimismo se recomienda en ese día a los tres académicos que quedan en la sección de Música que hagan una propuesta para cubrir los sillones de Pérez Soto y de Miguel Feria. No lo habían hecho aún cuando dos años después falleció, el 7 de octubre de 1917, otro de los tres académicos que quedaban en esta sección: Francisco Martín y Rodríguez. Sólo se consigna este óbito en actas el 26 de mayo de 1918, en que también se encomienda por oficio a Bonnín y a Guigou (no presentes y siempre ausentes, pues no concurrían ya a las juntas) que se apresuraran a proponer nombres para completar la sección de Música. Se dio cuenta asimismo de la Real Orden del 31 de mayo de 1917 por la que se confirmaba como presidente de la Academia a Patricio Estévanez.

Las actas han entrado en ese momento en una dinámica disolvente: una o dos por año, y en algún año, como 1919, ninguna. Esta anomalía, debida sin duda a la grave enfermedad del Presidente Estévanez, se suplía con la supuesta dinámica de la directiva, cuyas actas desconocemos: una dinámica pobre de la que no se salió hasta los años setenta del siglo XX, y aún más. De hecho, a partir de finales de 1924 se abandonó la escritura del gran libro de acuerdos del Plenario, que contiene todas las actas de la primera época y las de los once primeros años de esta segunda, ahora documentando sesiones cada vez más distanciadas unas de otras. Posiblemente, las nuevas actas del plenario, al ser muy esporádicas, se recogerían en el libro de actas de la Junta de Gobierno (no localizado hasta ahora).

En el acta del 4 de enero de 1920 el Presidente se excusa de no haber convocado ninguna reunión del plenario desde hacía más de un año, pero afirma que la Academia no ha estado inactiva, y relaciona todas las acciones emprendidas por la Junta de Gobierno. Al haberse constituido por orden gubernativa un Patronato de Museos y Bibliotecas, con participación de la Academia, son designados como representantes de la misma en él a Pedro Tarquis Soria y a Antonio Pintor Ocete.

Los académicos de Música seguían sin proponer nombres nuevos para su sección todavía el 26 de febrero de 1921, en que el Presidente accidental Eduardo Tarquis (Estévanez, enfermo, no volvería a comparecer) hace constar el pesar de todos por los fallecimientos de los académicos Pedro Ruiz de Arteaga (Escultura), Manuel de Cámara (Arquitectura) y el Dr. Diego Costa Izquierdo (Pintura, a quien más adelante se le recuerda erróneamente como Diego Costa y Costa). Poco después fallecería el músico Antonio Bonnín, desde hacía tiempo silenciado, ya que tanto él como su compañero de la sección de Música el médico y violinista Carlos Guigou, hacía años que no comparecía a los plenarios.

Esa acta de febrero del año 21 es la penúltima del libro, siendo la siguiente la de la sesión plenaria celebrada el 24 de agosto de 1924 (¡más de tres años después!), última que se escribe en el tomo principal de actas. En ésta se hace constar el sentimiento de la corporación por el fallecimiento del numerario de Escultura y gran ebanista José Ruiz Rodríguez. Asimismo se consigna que por nueva Real Orden han sido nombrados consiliarios 1º y 2º Eduardo Tarquis y Teodomiro Robayna, respectivamente, y el plenario hace entonces tres nuevos nombramientos de numerarios:

  • Álvaro LECUONA Y POWER (1875-1934). Sección de Música.
  • Nicolás OLIVA BLARDONY (1891-1957). Sección de Escultura.
  • Domingo PISACA BURGADA (1894-1962). Sección de Arquitectura.

Esto es todo lo que podemos saber a través de las actas de 1913-1924. No nos consta que se hicieran otros nombramientos para la sección de Música ni para ninguna de las otras a partir de entonces. La Academia, según esto, todavía bajo la presidencia de un Estévanez ya ausente, estaría configurada a finales de verano de 1924 de la siguiente manera:

Académicos Numerarios en activo desde finales de Agosto de 1924

Sección de PINTURA:

Sección de ARQUITECTURA:

Sección de MÚSICA:

Entre los miembros más activos y responsables de la Academia que figuran en esta lista, dos significados directivos, Teodomiro Robayna y el presidente Patricio Estévanez, fallecieron pronto, en 1925 y 1926, respectivamente, así como también el ingeniero militar Juan Galván Balaguer (1926). Encontrándose dicho presidente enfermo desde 1917, se espaciaron los plenarios excesivamente y la corporación perdió dinamismo, lo cual ciertamente no favorecería la consolidación de la Academia, que siguió adelante por inercia, mermada tras dichos fallecimientos, durante muchos años (sería providencial la aparición de las actas de la junta directiva, si es que las hubo). A partir de los fallecimientos de Robayna y Estévanez descansó la gestión de la Academia principalmente sobre los dos miembros de la familia Tarquis, padre e hijo. Años más tarde se incorporaría un nieto, Miguel Tarquis García, y posteriormente otro hijo del veterano pintor Tarquis Soria, Pedro Tarquis Rodríguez, quien casi centenario en los años ochenta del siglo XX fue un referente histórico para la institución.

Fue Eduardo Tarquis Rodríguez, consiliario 1º y presidente en funciones desde 1921, quien asumió la presidencia de la Academia efectiva a la muerte de Patricio Estévanez en 1926. Lo hizo, al igual que muchos años después su sucesor Arturo López de Vergara, “interinamente”, porque sus nombramientos, al parecer, tardaban años en venir refrendados desde Madrid. Eduardo Tarquis fue el presidente más duradero de la RACBA a lo largo de toda su historia (5 + 22 años), pues ocupó la presidencia hasta el año de su fallecimiento, acaecido el 29 de abril de 1948.

Interesa insistir en que la mayoría de los académicos artistas estaban vinculados como profesionales, como se ha consignado más arriba, a varias instituciones pedagógicas estatales que operaban en la población y que habían aliviado a la Academia a partir de esta etapa de tener bajo su responsabilidad un centro de enseñanza: nos referimos especialmente a la Escuela de Artes y Oficios y a la Escuela de Náutica. La nómina de profesores de la de Artes y Oficios a finales de los años treinta nos revela nombres de académicos aquí ya registrados, así como los de otros profesores que serán académicos tras la Guerra Civil, como por ejemplo Pedro Suárez Hernández.

Estaba alojada la Real Academia en las dependencias del Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, cuya dirección y gestión estaba encomendada a los principales numerarios de la RACBA. Se trataba del antiguo convento de los franciscanos, y en 1927 decidió la corporación municipal derruirlo para reconstruir sobre sus ruinas un edificio más adecuado a sus fines museísticos y académicos. Ocurría esto al poco de tomar Eduardo Tarquis posesión como presidente de la RACBA y siendo él mismo el director de dicho Museo. La obra sólo se culminó a mediados de la II República, durante la cual estuvo nuestra Corporación hibernada, sin nombrar nuevos académicos, y también inactiva durante la Guerra Civil y los primeros años de aquella posguerra. Los años treinta son así un auténtico “agujero negro” en cuanto a lo acaecido en el seno de la corporación, de la que sólo nos consta que perdió más activos (fallecieron, por ejemplo, los dos miembros que quedaban de Música, Guigou y Lecuona Power).

Este periodo (1913-1940) se cierra con el final de la Guerra Civil en 1939 y con el fallecimiento de un referente esencial en 1940: el del veterano maestro de pintura Pedro Tarquis Soria. No consta que se nombraran en todo este tiempo ni siquiera Académicos Correspondientes, aparte de los dos funcionarios del Ministerio que favorecieron con sus diligencias el relanzamiento de la Academia en 1913 y a quienes honró la nueva corporación con tal título, como se vio más arriba.

Académicos entre 1941 y 1971

Años finales de la presidencia de Eduardo Tarquis (1941-1948)

La falta de actas y otros documentos básicos de la RACBA entre 1925 y 1972 nos impide confirmar lo que por otros inidicios conocemos sobre la nula dinámica de sustituciones y la ausencia de nuevos nombramientos durante más de veinte años, hasta después de la Guerra Civil. La Academia, carente de cualquier dotación presupuestaria, y debido también al lapsus que supuso la larga espera de una renovada sede desde finales de los años veinte hasta principio de los cuarenta, sobrevivió al parecer sumida en la indiferencia durante la dictadura de Primo de Rivera, la II República y la Guerra Civil y años siguientes, comenzando a remontar su actividad después de mediados dichos años cuarenta. Posiblemente, los académicos debieron desarrollar una mínima labor continuada, siquiera modestamente, pues sus principales dirigentes, vinculados a tres proyectos (Museo de Bellas Artes, Escuelas de Artes Oficios y la de Náutica, aparte de la propia Academia), mantuvieron a la corporación viva gracias a su participación activa en aquellas otras instituciones. Si en el demolido y luego reconstruido Museo de Bellas Artes, en donde residía la corporación, o en las activas Escuelas de Artes y Oficios y la de Náutica, actuaban como funcionarios (pedagogos y gestores), la Academia a la que pertenecían constituía un foro independiente que les permitiría, como contrapunto externo, lanzar opiniones y ayudar a reconducir determinadas políticas.

Está por comprobarse cuál fue la consideración que merecieron las Academias Provinciales por parte del Estado durante la II República. Lo cierto es que, abortada ésta, la nueva situación procuró inmediatamente revitalizarlas. Al concluir la Guerra Civil en 1939, el gobierno de Franco había constituido ya el “Instituto de España” (1937/38), organismo inspirado en el prestigioso “Instituto de Francia” en el que se engloban las Academias francesas. Fue un órgano aquí de control político en el que se integrarían todas las Academias españolas de creación realenga, con especial atención sobre las de ámbito estatal radicadas en Madrid. Es bien entrada la época franquista cuando las viejas Academias ‘provinciales’ (algunas, como la de Canarias, ya no sólo uniprovincial) serán denominadas “Reales” y adquirirán advocaciones religiosas que anteriormente no todas tenían.

El Instituto de España, regido por diversos académicos adscritos a las ocho grandes Reales Academias de Madrid y escrupulosamente seleccionados por el Régimen, se interesó por la pervivencia de las Reales Academias dispersas por toda España. De alguna manera se generó un estímulo (no exento de grandes cautelas) ya desde los años cuarenta para que las provincias que tenían Academias las reorganizaran, después del paréntesis a que parecen haber estado sometidas durante las convulsiones anteriores, y de las tres canarias (todavía llamadas ‘provinciales’, aunque de ámbito regional) quedaron dos: Bellas Artes y Medicina, que aún prevalecen, al haber desaparecido desde la tercera, la Real Academia Canaria de Jurisprudencia, única creada con sede en Las Palmas de Gran Canaria.

Es evidente que había miembros de la Academia Canaria de Bellas Artes que no eran gratos al nuevo régimen político. El arquitecto Pisaca, por ejemplo, que construía en La Laguna el nuevo edificio de la Universidad y su Paraninfo, llegó a ser puesto en prisión por no llevar las obras al ritmo que quería el Gobernador Civil, por más que alegara que no podía continuar sin que fraguara lo hecho. López de Vergara, por otra parte, había sido un activo concejal y alcalde del ayuntamiento santacrucero durante la República, y debió también estar en el punto de mira crítico de la nueva política en los primeros tiempos de la posguerra, en los que todos estuvieron sometidos a un proceso de “depuraciones políticas”. No obstante, la tensión se había relajado cuando López de Vergara, consiliario 1º de la Academia, hubo de asumir la presidencia de la RACBA antes de mediar 1948, tras el fallecimiento de Eduardo Tarquis Rodríguez.

En 1940, como hemos dicho, falleció un importante miembro de la RACBA adscrito a la sección de pintura: el antiguo Pedro Tarquís Soria, y ello constituyó el cierre de una etapa al estarse iniciando ahora una nueva era política. Sabemos con certeza cuántos académicos de los nombrados entre 1913 y 1924 sobrepasaron ese año de 1940, pues conocemos las fechas de fallecimiento de todos ellos. Seguían vivos y componían la totalidad de la Academia en 1945 los siguientes numerarios: Ángel Romero y Manuel López Ruiz (pintura), Eduardo Tarquis, Arturo López de Vergara, Nicolás Oliva Blardony y Felipe Poggi (escultura), y Antonio Pintor Ocete y Domingo Pisaca Burgada (arquitectura). Sólo se mantenía, pues, un total de ocho Numerarios que conformaban entonces el remanente de miembros de una corporación configurada entre 1913 y 1924 y que debería constar de veinte miembros. El arquitecto Pintor Ocete y el presidente Eduardo Tarquis fallecieron en 1946 y 1948, respectivamente, reduciéndose entonces la corporación a sólo seis académicos.

La presidencia de Arturo López de Vergara (1948-1956)

López de Vergara, consiliario 1º, asumió la presidencia al fallecer Eduardo Tarquis e incorporó sin demora como nuevo académico al profesor de dibujo técnico Pedro Suárez Hernández por la sección de arquitectura. Parece seguro que el de Suárez fue el primer nombramiento desde épocas anteriores a 1925. Entraron con Suárez también en 1948 el pintor Pedro Guezala García y, por escultura, Miguel Tarquis García, hijo del recién finado presidente.

Disponemos, entre los papeles sueltos de la RACBA, de un listado posterior, de mediados de 1956 (recién fallecido el presidente López de Vergara), en el que se nos declara por orden de antigüedad la nómina de Académicos que había entonces, y no eran sino sólo ocho, a saber:

Los tres últimos, como se ha dicho, fueron los primeros académicos nombrados (todavía a finales de los años cuarenta) desde 1924. Y en cuanto al ya ausente por fallecimiento Arturo López de Vergara y Albertos, a través de un comunicado suyo al Gobierno Civil antes de fenecer nos consta que se encontraba gravemente enfermo desde antes de mediar 1954, falleciendo a finales de enero de 1956.

Bajo la presidencia de Ángel Romero Mateos (1956-1963):

En dicho año de 1956 asumió la presidencia el pintor y empresario Ángel Romero Mateos, que protagonizó un segundo impulso de renovación, incitado también por un Decreto de Franco del 14 de mayo de 1954 por el que se unificaban las normas de procedimiento para la provisión de vacantes en las Reales Academias, pues desde la política central se quería que éstas funcionaran (aunque con miembros cuidadosamente seleccionados y controlados).

Romero intentó asumir el reto. Absolutamente desmantelada y sin ningún representante estaba desde antiguo la sección de Música, barajándose para ella en 1956 los nombres de Rafael Hardisson, Santiago Sabina, Manuel Bonnín y Antonio Lecuona. Fueron puestos a consulta ante el Gobierno Civil, y vino mal informada en tres de los cuatro casos, por lo que Romero hubo de retirar tales nombres de su propuesta. Lecuona, Presidente del Cabildo recientemente cesado y recusado por el Gobernador Civil, hubo de ser eliminado, y en cuanto a los otros tres sólo obtuvo el beneplácito político Rafael Hardisson, mientras que Manuel Bonnín y Santiago Sabina, dos artistas nada peligrosos y buenísimas personas, también fueron sorprendentemente rechazados. Manuel Bonnín sólo pudo ingresar 15 años después, y no lo hizo con éste Sabina porque había fallecido en el 66. De manera que Romero pospuso el acto de nombramientos para configurarlo en base a otros nombres de otras especialidades. Y siendo así que Sabina falleció antes de que los otros dos recusados (Lecuona y Bonnín) pudieran entrar, como lo hicieron desde que se pudo, consideramos que tal terna rechazada quedó por el momento como un grupo de ‘académicos in pectore’ para los que formaban parte oficial de la corporación. Por ello hemos de considerar a quien por haber fallecido no alcanzó la bonanza, el maestro Santiago SABINA CORONA, director de la Orquesta de Cámara de Tenerife, como un académico más en la sombra.

De esta manera, al año siguiente, en 1957, se solicita nuevamente acrecentar la tan mermada Corporación. Hardisson tenía vía libre. Tras estudiar y consultar varias propuestas fueron aceptados y nombrados por fin el 5 de marzo los siguientes cinco nuevos Numerarios de la RACBA: Antonio González Suárez (pintura), Pedro Tarquis Rodríguez (pintura), Luis Cabrera y Sánchez-Real (arquitectura), Enrique Rumeu de Armas (arquitectura) y Rafael Hardisson Pizarroso (música). También se había barajado para la lista de nuevos Numerarios a Eduardo Westerdahl, avalado por Pedro Suárez, pero al final su nombre fue contestado incluso desde dentro de la corporación. Tal lentitud para acrecentar la Academia era como un tejer y destejer, pues al poco tiempo de las nuevas incorporaciones, entre los años 57 y 58, fallecieron los académicos de la sección de escultura Poggi González y Oliva Blardony, y en el 60 el de pintura Pedro de Guezala.

La década de los sesenta es todavía para nosotros, como más atrás la de los treinta, un “agujero negro”, por la absoluta falta de documentación. Sabemos que Pisaca murió en 1962, y que al fallecer a mediados de abril del 63 Ángel Romero asumió Pedro Suárez, su consiliario 1º, la presidencia de la RACBA. Éste tenía en la cabeza, sin duda, la voluntad de rodearse de un equipo más renovador.

Primer decenio presidencial de Pedro Suárez (1963-1972)

Aparte de las dificultades políticas, se vivía ya en 1963 un debate estético apasionado entre conservadores y renovadores del arte. Pedro González, convertido a las nuevas tendencias informalistas, había regresado de Venezuela un par de años antes, y con el Académico y Director del Museo de Bellas Artes Miguel Tarquis y el Secretario del mismo Antonio Vizcaya Cárpenter, unidos los tres a otros intelectuales, fundarían en 1963 el grupo “Nuestro Arte” intentando marcar la inserción definitiva de las vanguardias en el arte que se practicaba en Tenerife, siquiera en convivencia con las corrientes más tradicionalistas.

No era nada nuevo. Hay que consignar la existencia en Canarias de una proliferación de iniciativas locales innovadoras, en el campo de las artes, durante todo el largo periodo que abarca desde los años veinte hasta los años del franquismo, tendencias que se hicieron una insana competencia unas a otras desde diferentes foros, lo que provocó que, en definitiva, se restaran fuerza entre ellas. Así la Academia, por la veteranía de la mayoría de sus escasos miembros, por su lentísima dinámica, por su casi nula dotación económica y por su numerus clausus (forzado incluso desde el Gobierno Civil) se percibía desde otras instancias más interesadas en las emergentes vanguardias como un reducto casi en fase de liquidación, y ello pese a los pocos años transcurridos desde su reinstauración. Las conocidas iniciativas vanguardistas de finales de los veinte y principio de los treinta, a las que se adhirieron muchos intelectuales y parte de los artistas jóvenes, y luego las tendencias expresionistas e informalistas que se expandieron tras la posguerra, habrían de contribuir a un aislamiento de la corporación e incluso a tensiones (sin duda carentes de virulencia) en el seno de ella.

La controversia y el debate estaban sobre el tapete, lo cual se refleja en artículos de opinión en la prensa diaria, y es lo cierto que aquellos impulsos renovadores que, curiosamente, parecieron detenerse tras la losa reaccionaria que cayó sobre las iniciativas rupturistas tras la Guerra Civil, se habían revitalizado (grupo LADAC en Gran Canaria en 1951 y el movimiento ESPACIO en el 61). Al asumir la presidencia en 1963, Suárez, hombre favorecedor de la innovación, pensaría sin duda en provocar un cambio desde que pudiera. Y es seguro que desde que fue confirmado como presidente desde Madrid, como era preceptivo, lo cual aconteció en fecha no localizada comprendida entre octubre del 63 y febrero del 64, abordó la tarea de incorporar a la Academia a los renovadores más significados: a Vizcaya Cárpenter y a Pedro González, promotores con Miguel Tarquis y Enrique Lite del grupo “Nuestro Arte” muy pocos meses antes. Acaso pudo entrar algún otro académico fallecido todavía en los sesenta que no hemos podido detectar. Conocemos al menos esos dos nombramientos porque entrado ya 1964 le pide el Cabildo a la Academia que propusiera a tres académicos para que entrara uno en las listas de candidatos a Consejeros para la Corporación (elección: el 29 de marzo de 1964), y el presidente Suárez se designa a sí mismo, a Antonio Vizcaya Cárpenter (sin duda recién nombrado junto con Pedro González) y a Antonio González Suárez, y por otro lado disponemos del testimonio de Eliseo Izquierdo asegurando que Antonio Vizcaya y Pedro González fueron elegidos como académicos a un tiempo. De acuerdo con estos datos, ambos llevaban a principios de los años setenta bastantes años dentro de la Corporación, concretamente desde principios de 1964, a más tardar. Nota final: en las listas al Cabildo se designó como candidato a consejero capitular, de entre los tres propuestos la Academia, a Pedro Suárez, a quien se alude ya con el título de “presidente de la Academia de Bellas Artes”, y en la subsiguiente votación no salió elegido como consejero de la corporación insular.

En el comienzo de la etapa siguiente hay constancia documental de que en ese momento (1971/72) quedaban vivos sólo siete académicos: cinco de los heredados por Suárez de las épocas anteriores (él mismo, Enrique Rumeu de Armas, Pedro Tarquis Rodríguez, Antonio González Suárez y Luis Cabrera Sánchez-Real) más los dos nombrados al iniciarse el año 64: Antonio Vizcaya y Pedro González. Si entre 1960 y 70 se incorporó y falleció algún otro académico es algo que todavía ignoramos. Nuevos nombres bien documentados sólo se incorporarán a partir del año 72, lo que constituye el inicio de la cuarta etapa de la RACBA.

En resumen: fue este periodo, coincidente con la dictadura franquista, un tiempo poco fácil para la Academia, que con muchas dificultades pudo mantener un cuerpo mínimo de académicos que garantizara su subsistencia. Sabemos que la corporación había tenido su sede en lo que fue antiguo convento de San Francisco de Santa Cruz reconvertido en el Museo de Bellas Artes (su dirección postal permanente hasta iniciarse el siglo XXI) y luego, siendo Pedro Suárez el director de enseñanzas artísticas, trasladó en los años setenta su centro operativo a la Escuela de Bellas Artes sita en la Plaza de Ireneo González, donde actualmente se ha vuelto a ubicar nuestra corporación.

A tenor de lo visto, los nuevos nombres que se incorporaron en esta etapa a la Academia y que se van añadiendo para relevar a los ocho que sobrepasaron la Guerra Civil más arriba citados (grupo antiguo que se acabó de extinguir en 1963), fueron los diez siguientes, a falta de investigar mejor los años sesenta:

Nombrados por López de Vergara en 1948:

Nombrados por Pedro Suárez en 1964:

(faltando quizás alguno más, no identificado)

Parece obvio que, al entrar cada nuevo presidente, se sentía impelido a nombrar a unos cuantos Académicos nuevos de su confianza. Como se ve por las fechas, tres de los que aparecen reseñados fallecieron antes de 1970, y sólo con los siete sobrevivientes de esta nómina se cierra una etapa durante toda la cual estuvo la Real Academia integrada por menos de la mitad de los efectivos humanos que debería tener, con algunas secciones, como la de Música, casi sin representación.

Académicos entre 1972 y 2000

Última década presidencial de Pedro Suárez (1972-1982)

A partir de la última década de Pedro Suárez como presidente (1972-1982) conocemos mejor la nómina de Académicos, e incluso los podemos ver en algunas fotos de los actos oficiales de la Corporación. 1972, a la vista de una transición política inminente, será el año en que el presidente inicie una segunda reactivación que, más adelante, irá haciendo crecer a la Corporación de manera renovada, lo cual ha continuado hasta hoy. Un resumen (ya con algunas ilustraciones) de lo acaecido en esta etapa puede verse en el correspondiente capítulo incluido en la sección “Historia” de esta página web.

Así pues, el 4 de mayo de 1972 son nombrados cuatro nuevos Académicos de Número para suplir a los tres fallecidos de las últimas incorporaciones e iniciar una nueva etapa, la que ahora nos ocupa, y entre ellos figura la primera mujer numeraria que tuvo la Corporación:

Eliseo Izquierdo sería propuesto como Secretario General, viniendo refrendado su nombramiento desde el Ministerio de Madrid a finales de julio del mismo año de 1972. Realizó su acto de ingreso inmediatamente, y en la foto del evento pueden verse a seis de los académicos que restaban, percibiéndose que cuatro de ellos tenían la medalla de haber realizado sus respectivos actos públicos de ingreso, de los que no conocemos aún las fechas. Borges Salas fue nombrado consiliario 1º. Y ese mismo año fueron nombrados los dos primeros Académicos de Honor de la corporación:

Si la nueva Junta de Gobierno pretendía seguir completando la corporación en los años sucesivos, tal propósito debió ser aplazado por diferentes motivos. En primer lugar, porque dentro de la misma directiva hubo, entre algunos de sus miembros más significados, contratiempos familiares y de salud que los apartaron temporalmente de la ocupación académica. En segundo lugar, porque habiendo abandonado la Academia el Museo y acaecer la desvinculación de Pedro Suárez de la dirección de la Escuela de Bellas Artes, hubo de abandonar también su sede, de manera que la Academia se quedó a finales de los setenta sin sede física. Además, al poco de mediar dicha década se vió asimismo afectada la salud del propio presidente, quedando en un estado del que ya no se recuperó. Su fallecimiento en 1982, según testimonio de Eliseo Izquierdo, vino, debido a todo esto, precedido de un largo tiempo de escasa actividad de la corporación.

Presidencia de Pedro González (1983-1999)

Lo cierto es que no tenemos noticia de nuevos nombramientos en la década de los setenta, sino que los siguientes se producen el 11 de marzo de 1983, tras asumir la presidencia Pedro González, quien de la mano de Eliseo Izquierdo no perdió tiempo en iniciar con decisión una nueva política para completar la Academia, pues lo cierto es que, al morir Suárez, sólo quedaban vivos, de los anteriores al 72, Pedro Tarquis Rodríguez, Vizcaya Cárpenter y el propio Pedro González, y de los nuevos nombrados en aquel año habían fallecido Dolores Trujillo y Antonio Lecuona. Además, Vizcaya Cárpenter estaba ya enfermo de cuidado. Había que nombrar, entre otros, a nuevos miembros de Arquitectura, sección que se había quedado vacía al fallecer en los setenta Enrique Rumeu y Luis Cabrera, y también de Música, asignatura pendiente desde siempre, sólo representada ya por Manuel Bonnín.

El pintor Pedro González era en esos momentos Alcalde de La Laguna, y contaba con el apoyo decidido del Presidente del Gobierno Autónomo de Canarias Jerónimo Saavedra Acevedo. Iniciada la nueva era autonómica de Canarias, la RACBA sería mirada de otra manera más amable; debería superar su tendencia localista y afirmar su condición de corporación interinsular, pues los modernos medios de comunicación aérea y marítima entre las islas facilitaban ya el que la Academia se enriqueciera con una más amplia participación. Así pues, se nombraron sin demora para entrar en ella, al poco de haber asumido la presidencia Pedro González, a las diez siguientes personalidades, cuatro de las cuales eran de Gran Canaria:

Todos estos Académicos fueron nombrados en el primer plenario convocado por el nuevo equipo directivo, celebrado, según se indicó más arriba, el 11 de marzo de 1983. Al fallecer Lite en septiembre, confirman los periódicos ese temprano nombramiento de académicos, revelándonos que dicho pintor y cofundador de “Nuestro Arte” tenía previsto efectuar su discurso de ingreso a finales de octubre (lo cual no pudo llevar a efecto, por desgracia).

Conviene advertir que los nombramientos estaban condicionados a un acto de incorporación, bien leyendo un discurso, bien entregando una obra de arte o dando un concierto. En la lista del capítulo “Académicos” actuales, el año que figura junto a cada nombre es el de ese acto de incorporación oficial, y confrontando con esta historia de “Antiguos académicos” basada en los años de elección, se podrá comprobar lo que tardaron algunos en realizar su acto oficial de incorporación. Además, no todos los electos realizaron en aquella época tal acto antes de morir (no lo hicieron, por ejemplo, Tomás Machado ni León Villaverde); otros lo hicieron mucho más tarde, incluso bien entrada la primera década del siglo XXI, aunque no por ello dejaron de participar y colaborar muy positivamente, casi todos ellos como Numerarios, desde el mismo momento de la elección. El único “castigo” era que, en los actos públicos, quienes no hubieran realizado su acto de incorporación no tenían derecho a llevar la medalla distintiva de Numerarios de la Academia.

En los años siguientes irían siendo designados nuevos Académicos, siempre en pos de conseguir que se cubrieran los veinte sillones de académicos de que disponía la corporación. Así, el 15 de junio de 1984 hubo cinco nuevos nombramientos, uno de Honor y cuatro Numerarios:

Y el 24 de mayo de 1985 se realizaron tres nombramientos más de Académicos de Número, y tambièn los de dos de los primeros Correspondientes de esta nueva etapa (véase éstos más abajo):

Con estos nombramientos (y en ello consistió el primer gran éxito de la presidencia de Pedro González) quedó al completo el cuerpo de Numerarios de la Academia por primera vez desde 1913, pues se reunieron por fin cinco por cada sección, a saber, por PINTURA: P.González, Felo Monzón, Pérez Minik, M. Martín González y Martín Bethencourt; por ESCULTURA: Borges Salas, Eliseo Izquierdo, Cejas Zaldívar, Carmen Fraga y Manuel Bethencourt; por ARQUITECTURA: Tomás Machado, Delgado Campos, Díaz-Llanos, Fábregas y V. Saavedra; y por MÚSICA: M.Bonnín, León Villaverde, De la Torre, Siemens y R.Álvarez.

El 29 de diciembre de 1986 elige la RACBA, al haber fallecido Cejas Zaldívar y León Villaverde, a dos nuevos miembros Numerarios para completar de nuevo las secciónes de Escultura y Música. Se trataba de un notable escultor y profesor de Bellas Artes y de una no menos notable directora de coros y profesora del Conservatorio en Tenerife:

En los años 1988 y 89 fallecieron, sucesivamente, los Numerarios de la sección de Pintura Manuel Martín González y Domingo Pérez Minik. La Academia sólo hizo un nombramiento en 1990, dejando vacante la otra plaza de esta sección:

Jesús G. Arencibia realizó su acto de ingreso a finales de 1992 con una magna exposición, que luego el Gobierno Autónomo de Canarias quiso circular por todas las Islas. En el transcurso de dicho periplo fallecería al año siguiente el pintor. También a principios de 1993 falleció el compositor Manuel Bonnín, por lo que en otoño se reunió el plenario de la Academia para cubrir las plazas vacantes de pintura (ahora dos) y la de música, siendo designadas las siguientes personas:

En los años 1994 y 96 fallecieron, respectivamente, los escultores Borges Salas y Márquez Peñate, y en 1998 la profesora de música Lola de la Torre y el pintor grancanario Felo Monzón Grau-Bassas. La Academia sólo cubrió antes de finalizar el siglo una vacante de escultura en 1997 y, en 1999, una de pintura y otra de música, recayendo la elección, por ese orden, en los tres artistas siguientes:

Con esto se cierra la lista de incorporaciones de Académicos Numerarios y de Honor a la Corporación en el tercio final del siglo XX, que bajo la presidencia interina de Rosario Álvarez por todo el año 2000, terminó con la aprobación de unos nuevos estatutos por los que los mayores de 75 años formarían un nuevo cuerpo de Académicos Supernumerarios, preservándose todos sus derechos, pero liberando sillones para incorporar nuevos Académicos Numerarios, y además acrecentando el número de éstos a 28 (7 por cada sección en vez de 5), con lo que el siglo XXI entraría con un reto de restructuración y nuevas incorporaciones que, con diversos contratiempos, pudieron llevarse finalmene a cabo al término de la primera década.

Muchos de los académicos que aparecen nombrados en la época de Pedro González, siendo activos participantes en las reuniones de la RACBA, pues habían sido propuestos y elegidos, quedaron pendientes de realizar su acto de ingreso. Sólo antes de finalizar la primera década del siglo XXI, debido a la insistencia de las nuevas directivas, regularizaron finalmente esta situación todos los que tenían pendiente dicho acto.
El impulso que se dio en 2007 desde la Junta de Gobierno, siendo presidente Eliseo Izquierdo, para regularizar esta anomalía y completar la Corporación con los actos oficiales de ingreso, sobre todo tras haberse consolidado en los nuevos estatutos una mayor dimensión de la Academia, produjo un número de comparecencias públicas que, entre 2008 y 2010, han dejado a la Academia nuevamente al completo en su nueva estructura ampliada, en consonancia con los tres últimos lustros del siglo XX, en que esta circunstancia había sido resuelta por vez primera desde 1913.

Por otra parte, y de acuerdo con nuestro actual nivel de conocimientos, hay que ponderar que fue en la época de Pedro González cuando se inició la política de nombramientos de Académicos Correspondientes, incorporándose a la Academia un buen número de colaboradores externos con los que la RACBA ha procurado mantener una relación fructífera. No son pocos los Correspondientes que han acudido desde entonces a impartir conferencias o cursos, o incluso la lección inaugural del comienzo del curso académico anual. Registramos la lista de Correspondientes nombrados desde que se completó, por primera vez después de muchos años, la Academia:

Académicos Correspondientes incorporados a la RACBA

En 1985:

En 1986:

En 1988:

En 1989:

En 1991:

En 1993:

En 1996:

Académicos desde 2009

Periodo presidencial de Rosario Álvarez Martínez (2009-2016)

Efectuado el relevo presidencial para el cuatrienio 2009-2012 mediante las preceptivas elecciones, tomó las riendas de la RACBA, elegida por abrumadora mayoría de votos, la doctora Rosario Álvarez, catedrática de Historia de la Música de la ULL y prestigiosa musicóloga, quien expuso un plan ambicioso para dinamizar la vida de la corporación. Fue reelegida posteriormente para el cuatrienio 2013-2016. Se propuso, entre otros proyectos, una nueva reforma de los Estatutos, consistente en mejorar la redacción de algunos puntos de los del año 2000 y dejar prevista, para cuando el Plenario lo estimara necesario, una ampliación de las secciones a ocho Numerarios en cada una (en vez de siete) y abrir una quinta sección para “Cine, Fotografía y Creación digital”. Este reformado, así como siete reglamentos adicionales, fueron aprobados por el Plenario en otoño de 2009.

En el cúmulo de Numerarios elegidos en el periode de Eliseo Izquierdo se dieron tres casos singulares: la temprana muerte de Enrique Guimerá, sin haberse integrado todavía en la Academia, la renuncia de José Glez. Hdez-Abad en 0ctubre de 2009, a los pocos meses de haber realizado su acto público de ingreso, y la reticencia de Carlos Schwartz para realizar su acto de ingreso como arquitecto, deseando hacerlo con una exposición de fotografías de creación. En el caso de Pepe Abad el plenario de la Academia se dio por enterado y expresó el disgusto general por su decisión unilateral y, en todo caso, respetable. En cuanto a Schwartz, dado que se le cumplieron los últimos plazos para ingresar sin haberlo hecho, se determinó mantenerlo como candidato para cuando se activara la nueva sección de Fotografía y ofrecerle entonces realizar su acto para integrarse en ese nuevo grupo académico.

Entre 2008 y 2009 ingresaron ya todos los académicos electos que tenían sus actos pendientes, y el plenario realizó también nuevos nombramientos para cubrir los sillones liberados por quienes pasaban a Supernumerarios o por renuncia o fallecimiento. Los nuevos Académicos Numerarios de este periodo son:

24 de noviembre de 2009:

28 de febrero de 2011:

23 de junio de 2011:

3 de octubre de 2011:

28 de junio de 2012:

11 de abril de 2013:

21 de junio de 2013:

13 de febrero de 2014:

1 de julio de 2014:

6 de octubre de 2014:

29 de junio de 2015:

5 de octubre de 2015:

14 de marzo de 2016:

18 de julio de 2016:

13 de marzo de 2017:

Reelegida Rosario Álvarez el 14 de febrero de 2013 como presidenta de la RACBA para el periodo 2013-2016, último cuatrienio al que tiene derecho, entra en el nuevo periodo con unos estatutos recién reformados en los que se amplía a ocho los numerarios de cada sección y se abre una nueva sección de “Cine, fotografía y creación digital”, lo cual eleva la cantidad de numerarios futuros de 28 a 40. En este sentido, ya en 2013 comenzarían los nombramientos para los puestos todavía vacantes y los de los sillones acrecentados.

Por lo que respecta a los Académicos Correspondientes, la RACBA elaboró y aprobó en septiembre de 2009 un reglamento específico para los miembros de esta clase, complementario de lo que se dice en los estatutos, al que se puede acceder en el “menú” de esta página web. En él se diferencia entre los residentes en las Islas y los externos. Los primeros, por su cercanía y por la facilidad actual de las comunicaciones, son invitados a ser miembros más activos, con voz y voto en los plenarios de la Academia en ciertas materias que no son de gobierno. Se les considera colaboradores activos y, en caso de colaboración eficaz y continuada, podrían acceder a Numerarios en el futuro. Los nombrados durante el periodo presidencial de Rosario Álvarez son hasta ahora los siguientes:

24 de noviembre de 2009:

23 de febrero de 2010:

26 de julio de 2010:

28 de febrero de 2011:

23 de junio de 2011:

28 de junio de 2012:

11 de abril de 2013:

13 de febrero de 2014:

1 de julio de 2014:

6 de octubre de 2014:

29 de junio de 2015:

5 de octubre de 2015:

14 de marzo de 2016:

Periodo presidencial de Carlos de Millán Hernández-Egea (2017-2021)

Elegido Presidente de esta Corporación Carlos de Millán Hernández-Egea por unanimidad, el 13 de marzo de 2017, los nombrados Académicos Correspondientes durante su etapa presidencial hasta ahora son los siguientes:

9 de julio de 2018:

25 de marzo de 2019:

  • Sonia Mauricio Subirana (Gran Canaria)
  • Roberto de Armas Marrero (Tenerife)
  • Miguel Ángel Navarro Mederos (Tenerife)

18 de noviembre de 2019:

9 de marzo de 2020:

En cuanto a Académicos de Honor, durante la etapa presidencial de Carlos de Millán, se han producido los siguientes nombramientos como Académicos de Honor:

25 de marzo de 2019:

18 de noviembre de 2019:

Académicos entre 2001 y 2008

Periodo presidencial de Eliseo Izquierdo (2001-2008)

Tras el cese por renuncia de Pedro González a finales de 1999, después de cerrada la I Reunión Nacional de las Reales Academias de Bellas Artes en Tenerife, la presidencia fue asumida interinamente por la consiliaria 1ª Rosario Álvarez. En esos momentos la corporación había comenzado a discutir y elaborar unos nuevos estatutos para ampliar la Academia a 7 miembros por sección, es decir, para pasar de 20 a 28 Académicos Numerarios, y abrir paso a una renovación más ágil creando el cuerpo de los Supernumerarios, integrado por cuantos cumplieran los 75 años de edad. El pase a este cuerpo liberaría la plaza que cada uno había ocupado de Numerario, posibilitándose así la entrada a un nuevo académico, pero sin perder el supernumerario sus derechos y funciones.

De esta manera, al ser elegido Eliseo Izquierdo Pérez como nuevo presidente por el plenario, éste tenía ante sí la tarea de poner en marcha la suma de dos nuevos académicos a cada sección y cubrir también la de los que pasaran a supernumerarios, que en ese momento no fueron sino dos. Pero también la de estimular a los muchos electos que no habían realizado todavía su acto oficial para afianzarse como Numerarios de pleno derecho.

El impulso que se dio a partir de 2008 desde la Junta de Gobierno para regularizar esta anomalía y completar la Corporación con los actos oficiales de ingreso, sobre todo tras consolidar en los nuevos estatutos una mayor dimensión de la Academia, produjo un número comparecencias públicas que, entre 2008 y 2010, han dejado a la Academia nuevamente al completo en su nueva estructura ampliada, en consonancia con los tres últimos lustros del siglo XX, en que esta circunstancia había sido resuelta por vez primera desde 1913.

Aprobados y publicados los nuevos estatutos en el Boletín Oficial de la Comunicad Autónoma de Canarias el 8 de diciembre de 2000, se realizó por tanto el nombramiento mediante elección de un nuevo presidente y se comenzó la tarea. Fue elegido, como dicho queda, el hasta entonces secretario perpetuo (desde 1972) de la Corporación don Eliseo Izquierdo Pérez por un periodo de cuatro años renovable por una sola vez por otros cuatro, de acuerdo con las nuevas normas estatutarias.

Los nombramientos de Académicos Numerarios y Académicos de Honor realizados en diferentes plenarios durante los dos cuatrienios del periodo presidencial de Eliseo Izquierdo fueron los siguientes:

30 de abril de 2001:

30 de julio de 2001:

26 de marzo de 2002:

18 de abril de 2005:

23 de julio de 2007:

12 de diciembre de 2007:

22 de mayo de 2008:

En cuanto a Académicos Correspondientes, durante la presidencia de Izquierdo fueron nombrados los siguientes:

5 de junio de 2001:

29 de junio de 2004:

18 de abril de 2005:

  • Antonio Félix Martín Hormiga (Lanzarote) cesa en 2014 por aplicación Art. 35 de los estatutos.
  • Rosario Cerdeña Ruiz (Fuerteventura)

2 de diciembre de 2007:

27 de abril de 2008:

Académicos desde 2017

Periodo presidencial de Carlos de Millán Hernández-Egea (2017-2021)

Elegido Presidente de esta Corporación Carlos de Millán Hernández-Egea por unanimidad, el 13 de marzo de 2017, los nombrados Académicos Correspondientes durante su etapa presidencial hasta ahora son los siguientes:

9 de julio de 2018:

25 de marzo de 2019:

  • Sonia Mauricio Subirana (Gran Canaria)
  • Roberto de Armas Marrero (Tenerife)
  • Miguel Ángel Navarro Mederos (Tenerife)

18 de noviembre de 2019:

9 de marzo de 2020:

En cuanto a Académicos de Honor, durante la etapa presidencial de Carlos de Millán, se han producido los siguientes nombramientos como Académicos de Honor:

25 de marzo de 2019:

18 de noviembre de 2019:

Periodo presidencial de Rosario Álvarez Martínez (2021-2025)

El 13 de septiembre de 2021 en Junta Plenaria extraordinaria fue elegida presidenta​ ​Dña. Rosario Álvarez Martínez para el periodo 2021-2025. Hasta el momento han sido nombrados Académicos correspondientes;

10 de octubre de 2022:

23 de marzo de 2023:

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