EN LA MUERTE DE MANUEL BÈTHENCOURT SANTANA. Adiós al maestro y al amigo

Manuel BethencourtCon emoción y enorme pena recibimos la noticia del fallecimiento de Manuel Bèthencourt Santana, uno de los grandes artistas del siglo XX en Canarias. No por presentido, desde que su salud, bastante frágil los últimos años, aceleró su deterioro de forma irremediable, es menos doloroso este acontecimiento que trae luto al arte en nuestras islas y fuera de ellas, porque el prestigio y la valía de Bèthencourt como escultor de recia personalidad y sólida obra muy original hay que decir que se reconocía acaso más fuera que dentro de nuestro archipiélago.

Para quienes tuvimos la fortuna de honrarnos con su amistad, conocer bien su calidad humana y su sabiduría como artista, la pérdida es doble. Fue amigo leal. Era un ser humano sin dobleces. Tenía bien grabadas en su ser las virtudes de la sencillez y de la humildad. Más a lo hondo de una cierta arisca manera de manifestarse a veces, expresión inequívoca de su timidez, fulgían sus insobornables principios humanos de independencia, de rigor, de seriedad, de responsabilidad. Lo mismo como persona que como artista.

Entendía el arte como un designio, como un don al que era menester responder con entrega total. De ahí su porfiado empeño en conocer hasta el último resquicio del quehacer artístico. Unía al estro del artista el profundo dominio de esa faceta esencial para que el arte se manifieste en plenitud, el oficio. Me atrevo a decir que nadie como él conocía y dominaba todas las técnicas, todos los secretos, todas las posibilidades plásticas, merced a las cuales la materia que tenía entre sus manos mágicas se transfiguraba y convertía en arte; manos privilegiadas a las que no se resistieron nunca la piedra o la madera, el mármol o el metal.
Desde las magistrales cabezas de ébano de su etapa africana hasta las formidables bombas volcánicas de su siempre penúltimo descubrimiento de insólitas y hasta asombrosas expresiones humanas, pasando por la madera solícita o los granitos berroqueños y los bronces moldeables o los mármoles liberados de toda cautividad, igual que con el punzón y con los tórculos, toda la obra de Manuel Bèthencourt Santana como escultor y como grabador de fuste es un canto luminoso, apasionado, amoroso del ser humano, que busca ser compartido y vivido, una permanente exaltación de la vida.
Ahora, reposa. Nos queda el ejemplo de su estilo de ser hombre y artista cabal. Nos queda el testimonio lúcido de su obra, que en Tenerife, donde ha transcurrido una larga, fecunda aunque un tanto silenciosa etapa de su existencia, ofrece ejemplos de clara belleza. A mi, personalmente, me quedan, además, innumerables pruebas de amistad sincera, de leal colaboración y de lucha compartida por unos ideales en los que ambos creímos siempre.
Para Marisa, su compañera inseparable hasta el último instante, y para todos los suyos, el abrazo estrecho de solidaridad en el dolor.
Eliseo Izquierdo*
*Expresidente y Académico de Honor
de la Real Academia Canaria
De Bellas Artes

.

El escultor Manuel Bethencourt Santana (1931-2012) fue uno de los Académicos más veteranos de la RACBA. Ingresó en 1985 como Numerario de nuestra corporación, mediante un acto memorable solemnizado con una soberbia exposición de su obra, y ascenció al cuerpo de Supernumerarios al cumplir 75 años de edad, sin dejar por ello de seguir colaborando. Fue desde su ingreso un compañero muy cercano y eficaz en el seno de la Real Academia Canaria de BB. AA, participando en la misma e implicándose en cuantos acontecimientos importantes se organizaron. Su deceso este 16 de enero nos deja un gran vacío, al que difícilmente suplirá la impronta de su imborrable recuerdo.



X