30 mayo, 2011
«Mujeres compositoras del s. XXI» de la pianista Esther Ropón
El 26 de Mayo de 2011 se celebró en la pequeña ermita de San Cristóbal, en La Laguna, el concierto Mujeres compositoras del s. XXI interpretado por la pianista Esther Ropón Mesa y organizado por la fundación Mapfre Guanarteme. Según explicó la propia Ropón, el objeto del proyecto era la muestra de la labor tanto compositiva como interpretativa de diferentes mujeres canarias o residentes en canarias –como es el caso de Milena Perisic-. Aunque inicialmente el concierto constaba de obras de Perisic, Dori Díaz, Laura Vega y Cecilia Díaz, por motivos de tiempo se tuvo que prescindir de la interpretación de la pieza propuesta por esta última compositora.
La primera obra, «Luna en Capricornio» de Perisic, presenta un carácter minimalista, el cual es reflejado por un basso ostinato que es complejizado por las modulaciones armónicas que la melodía principal va desarrollando. Esta melodía y el ostinato pasan del «diálogo» a la «discusión» durante toda la obra o, dicho en otros términos, del juego entre el equilibrio y la tensión, como la calma que produce y que anuncia, a su vez, una tormenta. La segunda obra, Búsqueda del niño perdido», también de Perisic, cuenta con tres movimientos. El primero de ellos, «Recuerdos», de gran lirismo, se constituye por una larga secuencia de acordes arpegiados. El registro grave se constituía en el cuerpo de la obra frente a la delicadeza y la fragilidad de la melodía principal en los agudos, creando así nuevamente tensión por contraste, esta vez entre la luz y la oscuridad. Esta melodía «luminosa», que al principio prende su luz de una manera tenue y tímida, trata de defender su sitio sobre lo oscuro, cuya presencia es constante. En la última mitad de la pieza, Perisic introduce una modulación abrupta pero no incómoda: un cambio que termina siendo integrado y normalizado dentro del decurso de la obra. Grandes y oscuros acordes articulan el diálogo protagonista entre la armonía y la disonancia de «Psicomagia», el segundo movimiento. Estos acordes son tímidamente interrumpidos por una escala descendente, que aparece como aquello otro posible que culmina en un agitato en los graves mientras los acordes continúan su lucha, como un canto a lo dormido. En este movimiento, utiliza de una manera muy original diferentes recursos añejos y contemporáneos, que abarcan desde una larga secuencia de quintas seguidas, tan criticadas en el periodo de práctica común, hasta el recurso del Durchbruch o ruptura radical, claramente presente en el intenso cambio de agitato a cantábile presente en toda la pieza. El tercer y último movimiento, «Volando», vuelve al recurso de los acordes arpegiados del primer movimiento. Se trata de arpegios ascendentes que hacen de su punto de llegada la melodía principal que parecería que tratan de imitar el sonido del arpa.
La Suite para piano, de Dori Díaz, nos saca del mundo de Perisic adentrándonos en un lenguaje con significativas influencias contemporáneas. El inicio de la obra es muy potente: un súbito forte presenta la dinámica sorpresiva de la obra, donde el contraste es su protagonista. Utiliza series cromáticas, que tornan muy compleja la armonía y la forma; y cortes bruscos, tanto rítmicos como melódicos. De este modo, Díaz consigue un diálogo muy rico entre melodías que aparecen y se ocultan durante todo el desenvolverse de la obra. Algunos momentos, sobre todo en el primer movimiento, se respira un carácter jazzistitco que se entremezcla con la maraña de acordes que construye. En el segundo movimiento continúa el juego entre la armonía y la melodía marcadas por la presencia constante de disonancias que generaban una tensión que parecía no tener fin. Tales disonancias de dinamismo al tema principal, que se presentaba desde los primeros compases de la pieza y operaba como hilo conductor de ésta. Los últimos dos movimientos se caracterizaron por un bajo enmarañado, de gran dificultad técnica por la presencia constante de pasajes rápidos, atravesados por algunos fragmentos rubateados. Ropón mostró en estas piezas su capacidad de conseguir un sonido potente, ancho y fuerte, ya que poseen mayor estabilidad que los otros dos movimientos.
La obra de Laura Vega, «Homenaje para piano solo», fue caracterizada por la propia intérprete como «muy diferente y peculiar», que hacía una pequeña presentación de cada pieza antes de tocarlas. El comienzo de la obra es delicado, como la música que un niño le arranca a un piano por primera vez. Sin embargo, poco a poco esa ingenuidad, esas «pequeñas cosas» van paulatinamente oscureciéndose. Una metáfora útil para comprender la propuesta de Vega es la imagen de las primeras gotas que preparan una gran tormenta: gotas que caen sin rozar el suelo, porque son arrastradas por un fuerte viento. En la pieza se encuentran idas y venidas a recursos del lenguaje clásicos armonizados con guiños a propuestas de corte más disonante o contemporáneo, como la irresolución de las cadencias que desembocaban en una ruptura de la temática desarrollada hasta ese momento. La dificultad técnica provocada por la precisión métrica y melódica se conjugaba con el aprovechamiento al máximo de los recursos del piano, especialmente su resonancia en la ermita. Vega aprovechaba las distintas tesituras e intensidades posibles del instrumento para crear «personajes» que, mediante variaciones, se cruzan con el tema principal.
Por último, el concierto se cerró con «Haikus: 13 piezas para piano solo». Según Ropón, el interés de estas pequeñas obras consistía en captar la esencia de los poemas que las articulan. Así, cada una de las trece piezas construye un mundo, que abarca desde la música de los carruseles de los albores de los años veinte y los «jugendspiele» al recuerdo de las cosas perdidas: muchos son como el momento en el que un adulto encuentra una cajita que contiene todos aquellos tesoros que guardó parsimoniosamente. Al cerrar la caja, la infancia se desvanece. Ella trata de contar con la música lo que sólo ésta es capaz de decir. Para ello utiliza, como en las obras anteriores, una relectura de los recursos clásicos, aunque su lenguaje se encuentre alejado de ellos. La interpretación de Ropón fue magistral, cercana, pensada, sentida y de gran calidad técnica. Ello, junto a unas obras de excelente calidad, el concierto logró su objetivo: la presentación de la música canaria que, esta noche, hablaba desde las voces femeninas.
Marina Hervás Muñoz