·Exposición “Entre la textura y la metáfora” de Gonzalo González

Exposición: Gonzalo González. en primavera. dibujos.

Galería Mácula

Mayo-Junio 2010

en primavera La novísima producción de Gonzalo González, expuesta en la galería Mácula, viene a prolongar a la par que enriquecer su discurso artístico, así como ofrecer una renovada y personalísima obra. en primavera. dibujos, una serie de dibujos realizados a partir de grafito, se resume una buena parte del universo de este creador, pues alterna obras realizadas en 2010 con otras anteriores; parte de la renovación a partir de un mismo lenguaje y un cosmos de elementos visuales similares.

Desde su juventud, este artista del norte de Tenerife, destacó por la plasmación de un mundo interior rico y en ocasiones atormentado por los sucesos externos. Partícipe de la llamada Generación de los 70, donde se unieron muchas poéticas bajo el signo de la modernidad internacional y personal, su arte es multidisciplinar, pero es en sus característicos dibujos desde donde se puede acceder al lugar más recóndito de su creación plástica.

González apuesta por la recreación de una intimidad desnuda, sin piel, de un universo vegetativo a partir de fibras nerviosas que nadan en una nebulosa de elementos matéricos oscurecidos, condenados a una vida corporal. El silencio es la ligazón que articula e interpreta la obra a modo de sinapsis entre las fibras que generan lugares de comunicación.

Lo extraordinario en todas sus obras es el hecho de poder bucear en un siempre complejo y difícil proceso de conocimiento. Y esta fabricación fantasmagórica del deseo y su existencia supone la aceptación de algo extraordinario que transgrede los límites para conducirnos a otras fronteras.

La superficie de los dibujos queda supeditada a la violenta, como comedida, sacudida del grafito. Auténticos alaridos del tiempo bajo una extraña mezcla de discreción y ostentación. Observar la obra de Gonzalo González es caer en la vigilia de la fascinación. Una visión de la primavera crepuscular.

Las formas alargados, negras y opacas recuerdan a las serpenteantes culebras de obras como “Mentirillas” o “Paisaje” de 1978 o los incandescentes cuerpos entre la maleza de la serie “El jardín” de 1981.

¿Por qué esta obra afecta tan profundamente?

El poder vampírico de las imágenes junto con un sentido sofisticado del dibujo, generan en el espectador un impulso sostenido, una especie de empeño ingobernable que lo lleva a mantener esa capacidad de tensión visual y un alto grado de concentración, de manera que el sentimiento de fascinación y extroversión no encuentre límites. Las imágenes reverberan y encuentran ecos en el camino de su turbulento universo, restan energía, las transforma y las reintegra en forma de ardor.

Esas tensiones llegan al límite, a la duda entre la textura y la metáfora, entre quedarse en la superficie de las formas para describir el poder de lo visible o ahondar en ellas para rescatar lo oculto, entre la banalidad del procedimiento y el impacto que provoca en el espectador.

Ese impacto viene determinado por unos cuerpos de extrañada geometrización que ya han emergido con anterioridad en la obra de Gonzalo González, en series como “Paisaje” -1988-, “Pintura” -1989-, “Acantilados” -1989- o “Nocturnos” -1990-, cuerpos sutil y estratégicamente colocados en la superficie de la obra, incurren en un shock e irradian tensión a toda la superficie.

Es asombrosa la capacidad del artista de encarnar las cosas, las ideas, la carne, los sentimientos más complejos, hasta el punto de traspasarnos de tal manera que acabamos comprendiendo todo aquello que esconden. Toda la afección que las creó.

La humedad, la vegetación y la bruma que el calor del sol expande, conforman el particular escenario del “inferno” de González. En palabras de Heinse, “(…) Un niño tiene que conocer primero el suelo en el que ha nacido, las plantas, los animales y los hombres, antes de aprender nada de fuera (…) A partir de la naturaleza sensible pasa uno luego al mundo espiritual y descubre embelesado a (…) todos los seres extraordinarios que iluminan esta tierra.”; Gonzalo González muestra una condición flotante, como entre dos mundos, en el éter de un estilo ingrávido –y al mismo tiempo contundente- a medio camino entre el pasado y el futuro. Expresión dramática y ensoñada de la naturaleza, que devuelve a un estado primigenio, con exiguos vestigios cromáticos, casi fosilizados.

Es una naturaleza articulada, aunque no hay lugar real donde ésta se manifieste. Es una naturaleza introspectiva, abrumadoramente afín a cada ser que palpita, pero representable sólo por aquellos en contacto con lo intangible de la existencia para hacernos llegar a la realidad en un extraño clima de agotamiento y subjetividad.

*Dalia Hernández de la Rosa.

 *Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna.



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