Museo Histórico Virtual

Estévez, Fernando

de artistas en Canarias

Escultor

Fernando Estévez

La Orotava, 1788 – La Laguna, 1854

Es uno de los escultores más representativos del siglo XIX en Canarias. Contó con las orientaciones artísticas de su padre, el platero Juan Antonio Estévez (1751-1845), que tenía taller abierto en su localidad natal, La Orotava. Las clases recibidas por los religiosos del convento franciscano de San Lorenzo fueron también definitivas en su aprendizaje como alumno. Además, el ambiente social y cultural, el poder económico de las grandes familias (de talante ilustrado) con sus amplias bibliotecas, la llegada de obras de reconocida calidad artística, sobre todo de Génova (Italia),  que anunciaban los cambios de lenguajes estéticos (el neoclasicismo), la actividad educativa de los conventos y la especial intervención de personajes extranjeros (Sabino Berthelot, 1794-1880, “Liceo”) fueron mecanismos esenciales en la renovación de las ideas imperantes entonces en Europa.

Sin embargo, su vocación artística vino a concretarse bajo la dirección del entonces reconocido maestro José Luján Pérez (1756-1815), uno de los escultores (imagineros) más sobresalientes del archipiélago residente en  Palmas de Gran Canaria. Con él no solo aprendió todo lo relativo a la escultura, sino también a conocer los ambientes sociales y artísticos promovidos en aquella ciudad. Su capacidad y talento artísticos  le  convirtieron en el alumno aventajo del maestro Luján. Ya en La Orotava, abrió taller en el que llevó a cabo el 70% de toda su producción. Durante esta etapa, y como preclaro filántropo preocupado por la formación de los jóvenes, se dedicó a la enseñanza artística y a las humanidades. Fue un hombre intelectual que supo abordar los programas académicos adaptándolos  a su producción escultórica eminentemente religiosa.  Esta adaptación a los nuevos lenguajes  ya se estaba produciendo en otras zonas del territorio nacional; basta recordar a Juan Adán (1741-1816), José Ginés (1768-1823), Joseph Antoni Folch y Costa (1768-1814), entre otros. Bien es cierto que en Canarias el lenguaje barroco se perpetuó por más tiempo, pero no por ello los artistas dejaron de esforzarse por situar a las islas en el concierto artístico europeo, superando los resabios estilísticos del pasado. En la representación de la Patrona de Canarias (Virgen de Candelaria), Estévez puso de manifiesto su adhesión a las nuevas tendencias neoclásicas, como sucedió asimismo en la mayor parte de su producción: Lágrimas de San Pedro (iglesia de El Salvador. Santa Cruz de La Palma), Crucificado (Sala Capitular. Catedral de La Laguna), la Piedad (Iglesia de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza. La Orotava), Purísima Concepción (iglesia de la Concepción. Santa Cruz de Tenerife), San Juan Bautista, titular de la parroquia que lleva su nombre en Telde (Gran Canaria), etc. Sin embargo, la obra que lo encumbró como escultor y como teórico del Arte, es sin duda el San Pedro Apóstol (iglesia de la Concepción, La Orotava), en la que rompió con los patrones iconográficos tradicionales, proponiendo resultados acordes con el pensamiento ilustrado.

Aunque Estévez ya se sentía lejos de los resultados barrocos,  incluso del estilo de su maestro Luján, tuvo que hacer frente a una clientela aún anclada en la citada corriente estilística, produciendo obras más cercanas a los repertorios de los maestros de los siglos XVII y XVIII. Así, las imágenes de Santa Lucía (iglesia de la  Concepción. La Orotava), Ntra. Sra. de la Encarnación (iglesia de la Encarnación. Hermigua. La Gomera), entre otras, sirvan de ejemplos de la impronta barroca, aunque bastante atenuada, carente ya de esos efectos arrebatadores propios de aquella escuela. El mérito de sus obras estriba en la adaptación de los patrones del barroco que seguían activos en las iglesias, conventos y casas particulares, a los nuevos dictámenes propuestos por la Academia. Suavizó las formas, creó rostros almibarados, dulces, un tanto sublimes (románticos?); el modelado evidencia un dibujo correcto y preciso; modificó el lenguaje estructural para lograr un canon artístico más refinado y culto, percibiéndose ciertos efluvios de la estatuaria genovesa del siglo XVIII . Trabajó únicamente la madera (cedro, en general) policromada. Utilizó en muchas ocasiones las telas encoladas y otros materiales afines. Admiró la obra marmórea, sobre todo la que llegó de Génova tanto a la parroquia de la Concepción (La Orotava), como a las familias acaudaladas, plazas y cementerios.

Su obra la podemos encontrar en todo el archipiélago, pero más concretamente en las islas de Tenerife (68%), La Palma (12%) y Gran Canaria (8%). Su clientela fue tanto eclesiástica (parroquias, cofradías, conventos, etc.,), como particulares, en cuyos domicilios descubrimos piezas interesantes, de reducidas dimensiones (Niños Jesús, Crucificados, representaciones animalísticas). Llegó incluso a practicar otros géneros artísticos, como la pintura (sin demasiado éxito, a juzgar por la escasísima producción existente), retablos, orfebrería, etc. comprometiéndose, asimismo, con la vida política de La Orotava.

Terminada esta etapa de mayor actividad artística, se trasladó a Santa Cruz de Tenerife, ingresando en la recién inaugurada Academia de Bellas Artes (1849), cuando contaba 62 años de edad. Debemos pensar que la demanda escultórica se había reducido al máximo. No era entonces una actividad rentable. La inestable situación política, la Desamortización (1836), la clausura de muchos conventos, la pérdida de clientela eclesiástica básicamente, la aparición de una  cruda laicidad, el dominio de la burguesía urbana, la desaparición de la casta gremial, entre muchas causas, empujaron a Estévez a ocuparse de otros menesteres, como la enseñanza. La citada Academia le permitió llevar a cabo programas docentes muy novedosos, pues aparte de ocupar la Cátedra de Dibujo Lineal y de Adorno, organizó un plan de estudios para jóvenes emprendedores cuyas clases tuvieron lugar por la tarde-noche. Se contemplaba los estudios de Diseño, Grabado, Ebanistería, Herrajería, etc.

Pero lo más interesante de esta segunda etapa estuvo centrada en el estudio de los clásicos, en la consulta de las bibliotecas, en la adquisición de material gráfico para sus alumnos (Madrid, Barcelona, Marsella), y en la participación de exposiciones. Los libros, grabados, dibujos y litografías informaron a Estévez sobre los escultores más célebres de su época (Thorvaldsen, Flaxman, Gibson, Campeny, Álvarez Cubero, etc.), admirando a Antonio Canova (1757-1822), a quien tuvo siempre como referencia, de modo que no dudó en elogiarlo en su discurso de ingreso como académico:  Volvamos ahora a nuestra época, y permitidme que os manifieste la reputación a que llegó en la misma ciudad de Roma Don Antonio Canova, insigne escultor de nuestro siglo, y con que distinciones fue premiado su elevado mérito […] Como la envidia no ocupó jamás su noble corazón, era el primero en elogiar las dignas obras de sus contemporáneos, y nunca usó de rodeos en sus discursos o conversaciones, para llevarlos hasta el extremo de cometer necedad de elogiarse a sí mismo. Esta generosa conducta con que se distinguió este benemérito artista, es la que particularmente os recomiendo, queridos discípulos. Fue una verdadera reflexión sobre el panorama artístico del momento, partiendo de las premisas del pasado.

Estévez no llegó a crear escuela, como tampoco contó con discípulos conocidos. Solo simpatizantes que supieron dilatar por más tiempo su arte. Escultores como Aurelio Carmona López  (1826-1901), Arsenio de las Casas (1843-1925), entre otros, repitieron hasta la saciedad sus repertorios escultóricos, reproduciendo los modelos, características, actitudes y soluciones, que llegaron casi intactos hasta la etapa más fructífera de familia Perdigón (Nicolás y Jesús María, fallecidos en 1939 y 1970, respectivamente) e, incluso, más allá, pues Ezequiel de León (1926-2008) deja entrever en sus obras el espíritu esteviano.

Falleció Fernando Estévez el 14 de agosto de 1854 en la ciudad de La Laguna. No dejó testamento.

GFP

Bibliografía esencial

FUENTES PÉREZ, Gerardo:

Canarias: el clasicismo en la escultura. Cabildo Insular de Tenerife, 1990

“La escultura del siglo XIX. La tradición imaginera y la académica”, en El despertar de la cultura en la época contemporánea. Artistas y manifestaciones culturales del siglo XIX en Canarias. Historia Cultural del Arte en Canarias, V, Gobierno de Canarias, 2008

Estévez. Biblioteca de Artistas Canarios, Gobierno de Canarias, 2014

HERNÁNDEZ PERERA, Jesús: Escultura genovesa en Tenerife. Anuario de Estudios Atlánticos, 7, Madrid, 1961

MARTINEZ DE LA PEÑA, Domingo, RODRÍGUEZ MESA, Manuel y ALLOZA MORENO, Manuel: Organización de las enseñanzas artísticas en Canarias. Gráficas Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1987

PADRÓN ACOSTA, Sebastián: El escultor canario D. Fernando Estévez (1788-1854). Santa Cruz de Tenerife, 1943

TARQUIS RODRÍGUEZ, Pedro: “Biografía del escultor Fernando Estévez (1788-1854)”, en Anuario de Estudios Atlánticos, 24, Madrid-Las Palmas, 1978

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