Historia de la RACBA

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Historia de la RACBA


1. Primera etapa: 1849 – 1869

Entre las doce Academias fundadas durante el reinado de Isabel II, sólo cuatro lo fueron de primera clase (Barcelona, Sevilla, Valencia y Valladolid), siendo las demás de segunda clase. La diferencia radicaba en que en las de primera se atendían enseñanzas de pintura, escultura y arquitectura, y entre las de segunda sólo de pintura y escultura, primordialmente, aunque la canaria impartió también desde muy pronto enseñanzas relacionadas con la arquitectura, para formar personal competente en obras públicas y construcción, como peritos. Se inauguró la de Canarias al año siguiente de su creación legal, el 6 de mayo de 1850, y su mantenimiento quedó conferido al Ayuntamiento capitalino de Santa Cruz de Tenerife, según dictaminó Madrid, bajo la tutela del Delegado del Gobierno. El Ayuntamiento, pese a recibir desde Madrid cada año una asignación finalista para la Academia, se resistía siempre a librarla y a invertir decididamente en el desarrollo y mantenimiento de la misma. Debido a ello, su historia fue desde entonces tortuosa y difícil, sobreviviendo milagrosamente gracias principalmente al entusiasmo de sus miembros artistas.

Acta de la sesión inaugural de la RACBA (6 de mayo de 1850).En el Artículo 7 del decreto fundacional se dice que los Académicos habrían de ser elegidos por la propia corporación, y que su número y clases se fijarían por el Gobierno para cada Academia, de acuerdo con las circunstancias en la respectiva población. La canaria se compuso de veinte Académicos: 6 de dibujo y pintura, 2 de escultura y vaciado, 2 de diseño arquitectónico (pese a ser de segunda clase) y 10 personalidades de reconocido prestigio en relación con las Bellas Artes. Esto en cuanto a la Academia propiamente dicha, de la que dependía como anexo una Escuela de Bellas Artes con su director y personal docente, entre los que estaban involucrados varios académicos.

El primer presidente de la Real Academia Canaria de Bellas Artes fue un gestor que llegó a ser alcalde de Santa Cruz (1856-57), Lorenzo Tolosa y Manín, quien asumió la presidencia entre 1850 y octubre de 1858, en que renunció en virtud de su precario estado de salud. A la primera corporación de académicos pertenecieron personalidades tan relevantes como Sabino Berthelot, los pintores tinerfeños Nicolás Alfaro y Gumersindo Robayna, el arquitecto Manuel de Oráa, el escultor Fernando Estévez o el pintor grancanario Manuel Ponce de León, entre otros. También fue nombrado Académico Honorario el pintor tinerfeño afincado en la Península Luis de la Cruz, para quien se creó una cátedra que nunca ocupó, pues falleció antes de trasladarse a Tenerife para desempeñarla.

de_monteverde_y_bethencourt_jose_joaquinJustamente veinte años duró la actividad académica de esta etapa, en la que sustituyeron interinamente a Tolosa como presidentes, turnándose entre 1858 y 1861, los consiliarios Félix Soto y Dámaso Baudet, hasta tanto fuera oficialmente nombrado como presidente en propiedad el candidato propuesto: el notable intelectual y subgobernador provincial José Joaquín de Monteverde, quien fue designado para ello por la Reina el 7 de junio de 1861 y ejerció dicha presidencia hasta el final de esta etapa.

Tuvo la Academia en aquellas primeras dos décadas una actividad pujante, especialmente en el terreno pedagógico de las artes plásticas, en el fomento de los artistas canarios y en la recuperación de patrimonio de valor. Como bien apunta Eliseo Izquierdo en el Editorial del nº 1 (2008) de los “ANALES” de la RACBA, ésta se vio obligada a cerrar sus puertas por desatención de los poderes públicos que debían sustentarla. Lo hizo finalmente “porque ni para adquirir bujías con las que alumbrarse en las aulas tenía al final la Academia, sino deudas y más deudas, por el incumplimiento sistemático de los compromisos oficiales”. Además, al estallar la revolución de 1868 e instaurarse tiempos después la 1ª República, las instituciones Reales perdieron la protección que tenían del Estado y, suprimida desde 1869 para las Academias la facultad como instituciones oficiales  pedagógicas de dibujo (Decreto de 14 de enero de 1869), quedó la canaria hibernada y estuvo abocada a desaparecer, lo que conllevó que peligrara la continuidad de las enseñanzas artísticas en Canarias durante los siguientes 44 años. No obstante, aquellos académicos de entonces, tras la supresión oficial de las enseñanzas de dibujo y otras artes, continuaron manteniendo viva la llama de la pedagogía artística, aunque actuando desde otros foros pedagógicos.



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